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Teresa, aquella bebé que sobrevivió al bombardeo de Durango y que reside en Las Landas

 

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Iban Gorriti

Dos fotos, una vida. En la de la izquierda una bebé llamada Teresa en brazos de su madre Victorina y su padre, Manuel, miliciano comunista del Eusko Gudarostea muerto en el frente de Elorrio. A la derecha, aquella niña es hoy una mujer de 80 años, que posa junto a su hijo Manu, y que reside en la tranquilidad de Las Landas (Francia). La historia de la familia es de escalofríos.

Landas y Manu

Las microhistorias de la Guerra Civil en Euskadi son infinitas. La vida puede doler hasta el punto de querer olvidar décadas, de no hablar de ellas, e incluso peor, en supuesta democracia, tener aún miedo a verbalizarlas. Un consejo de Teresa a su hijo: «Manuel, hijo, ten cuidado, no digas que eres republicano. Que nadie sepa lo que piensas», le sugiere pensando que de ese modo vivirá más tranquilo.

Ella es superviviente del bombardeo de Durango, ataque fascista en el que perdió a una hermana y otra, un brazo; su padre falleció luchando en la Guerra Civil; se evacuó en Bretaña; su marido desapareció en París -donde vivía el matrimonio- y sus dos hijos aún hoy se preguntan cuál era la verdadera identidad de aquel señor, torturado de guerra…

· Llegada al mundo en 1935 · La ternura se hizo persona en Teresa el 5 de septiembre de 1935 cuando nació en Altza, hoy municipio anexionado a Donostia. Su padre Manuel y su madre Victorina pertenecían a una familia muy orgullosa de la Segunda República que se había casado únicamente por lo civil.

Pero el golpe de Estado de militares españoles de solo un año después truncó toda una vida de progreso. En cuanto los fascistas entraron por Gipuzkoa, la familia se replegó y fue a Durango. Mientras tanto, el padre, Manuel (Villanueva de Tapia, Málaga, 1902), se alistó como miliciano al Batallón Karl Liebnecht del PCE en el que militaban guipuzcoanos, vizcaínos, burgaleses, internacionalistas, cántabros, navarros, asturianos…

Perdió la vida en combate en Elorrio, el 23 de abril de 1937. «Le apodaban ‘El Niño’ cuando era quizás el mayor de todos a sus 34 años. «No sabemos dónde está su cuerpo», lamenta la familia. El comandante del Karl Liebnecht, Modesto Lacuesta Isasi, días antes, perdió la vida en el bombardeo de Elorrio del 31 de marzo. Ese día trágico en Elorrio también lo fue en Otxandio y en Durango. La aviación legionaria italiana, impulsada por Mola, asesinó a más de 336 civiles.

Allí estaba Teresa con tan solo dos años, en brazos de la abuela Victorina, quien hasta que falleció recordaba cómo pasaban los aviones «con cruces negras de San Andrés» y cómo se tiraron al monte pensando estar a salvo y, sin embargo, los cazas les perseguían ametrallando. «Nos contaba que volaban tan bajo que les veían las caras», enfatiza la familia.

· El milagro de Milagros · Una hermana de Victorina también llamada Teresa falleció a su lado, por una bomba, y otra que se llama Milagros perdió en ese momento un brazo. La bebé Teresa «tuvo la suerte» -matiza la familia- de que su madre cayó sobre ella al suelo salvándole. «Yo tenía dos años y no recuerdo nada de aquello», confirma quien reside hoy en una casa entre dos municipios: Tosse y Saubion. «Hay documentos en los que pone que mi hermana murió en Durango fusilada, pero murió por una bomba a mi lado», corrobora Teresa.

Curada Milagros en un hospital de campaña, todas viajaron en un barco carbonero inglés a Bretaña, Francia. Estando allí, a pesar de la paz, murió otro bebé de Victorina «por una insolación». Aquella mujer, acabada la guerra no quería volver porque «los alemanes son asesinos, bandidos» y los autodenominados «nacionales decían que los rojos habían quemado Durango y es mentira», repetía.

En su regreso, los franquistas les dejaron en Irun. Victorina se afincó con los suyos en Hernani. Teresa buscó trabajo en París limpiando casas. Conoció a un español refugiado y tuvieron dos hijos: Manu y Eva. El primero nació en Hernani. La segunda en la capital francesa.

· Padre torturado · La alegría volvió a tornarse tristeza. El padre desapareció. Habla Manu: «Casi no le conocimos. Mi madre no tiene claro cómo se llamaba. Dice que Javier, pero sus amigos le llamaban Mario y también aparece como Gabino. Es triste, pero sé poquísimo de mi padre», lamenta Manu, residente en Hendaia. «Tengo el recuerdo -apostilla- de estar comiendo todos en la mesa en Hernani junto a un señor que era mi padre, un torturado en la guerra al que le habían arrancado las uñas de los pies».

Los enigmas siguen siendo un misterio. «A veces me paro a pensar cómo hubiera sido nuestra vida sin las guerras: normal, y, sin embargo, nos ha roto todo», analiza Manu, quien muestra interés por recabar nuevos datos. Y además la no reparación porque a juicio de este hernaniarra «mientras en Francia los combatientes son héroes; aquí son personas totalmente olvidadas».

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