MUGALARITERATURA · ‘Last Night A Dispepsia Saved My Life’, por Amaia Santana
Amaia Santana
Este relato no es apto para cardíacos paranoides. Y, sin embargo, está dedicado a ellos. A nosotros. Los románticos y cardíacos paranoides.
Te despiertas un plácido sábado por la mañana y te duele el pecho. Un poco. Un dolor semiagudo, una ‘ligera molestia’, vaya. ¿Una mala postura al dormir? Quizá. Te levantas, reanudas tu rutina. Zumo, café, tostadas. Es importante empezar bien el día. Si al final del mismo la cosa ha ido a pique al menos no te sentirás tan mal. Empezaste bien. Tus intenciones eran buenas.
Esa presión en el pecho, ese dolor ligero pero constante sigue ahí. Te preocupas. Eso no hace que esa presión se vaya. Intentas respirar hondo. Te palpas las palpitaciones (hilando fino siempre, ejem). Mueves espasmódicamente los brazos. Te miras al espejo y compruebas que no tienes la cara desfigurada. Te tranquilizas. Te vuelves a preocupar. Te aceleras tú misma el ritmo del maltrecho corazón.
El día pasa rápido y taciturno y despiertas el domingo, más o menos igual. La presión sigue ahí. Compruebas que mueves los brazos, que respiras con normalidad. Te tranquilizas. Te vuelves a preocupar. Descartas las hipótesis de lupus y mala postura al dormir. Te planteas ir al ‘walk-in centre’, esto es, al ambulatorio.
A las cuatro de la tarde, estás en la sala de espera con cara mustia de preocupación. Una madre china con unos mil niños a su cargo rellena papeles con una admirable paz interior mientras sus críos, que parecen multiplicarse milagrosamente por segundos, corretean libres por la sala. Una niñita con la cara llena de sarpullido se detiene frente a ti. Te mira con extrañeza y curiosidad. Tu media sonrisa de “hola niñita, espero que no me pegues eso que tienes en la cara porque ya tengo suficiente con esta cosa que tengo aquí en el pecho”, le asusta y se va corriendo tras sus hermanos. Feliz y pizpireta. La observas alejarse, como a tu juventud.
– No, no creo que te vaya a dar ningún ataque al corazón.
– Gracias, sí, sólo querías oír eso de un profesional apático y extenuado.
La doctora te receta omeprazol. Para tu ‘dispepsia’. Dispepsia suena semigrave, pero omeprazol suena a medicamento muy de andar por casa sin necesidad de palparse las palpitaciones ni nada.
El farmacéutico te hace pasar por un ridículo interrogatorio antes de darte tu droga legal y autorizada. Te mira con recelo y tú, en respuesta, te inquietas y pones cara de sospechosa. Siempre fuiste muy complaciente con el prójimo. Demasiado. Con cualquier prójimo.
Por fin consigues tu bálsamo para neuras y presiones. Al llegar a casa, lees con ansia y atención el prospecto. Una se hace mayor cuando lee los prospectos. Cuando lee instrucciones de aparatos electrónicos y electrodomésticos, está acabada (los productos de Ikea están exentos de esta regla).
Heartburn, lees. ¡Heartburn!
¡Oh, dios mío, me arde el corazón! Y no es que muera de amor, o de mal de amor, o de amor a medias, o de amor platónico –el más lento y doloroso-. No, simplemente se me quema el corazón, muero, muero. Word Reference, échame un cable. Sí, otro cable. Lo nuestro es para siempre, y lo sabes.
Heartburn = acidez de estómago, indigestión.
Whaaaaaaaat?!!!!!
No tengo ardor de estómago sino de pecho. Pecho, pecho=corazón=danger.
Imagino la sonrisa de desdén de la doctora, una vez abandono la sala de consultas aliviada y agradecida, receta sanadora en mano.
En serio, ¿una indigestión? Soy muy fan de comer sin sentido y eso, tengo antecedentes, lo sé. Pero esta vez no es el caso. No tengo una indigestión. Tengo presión ‘chunga’ en el pecho y eso tiene que ser traducible a un término médico serio.
“Si no se te pasan los síntomas, acude a Urgencias”, apostilla.
La tía es lista, sabe que tiene que cubrirse. Just in case.
Ella no me ha preguntado por si sufro estrés o ansiedad. Yo misma no quiero plantearme siquiera que esta ‘congoja’ se deba a mis neuras. El cuerpo sigue a la mente, eso es cierto… ¿A dónde me está llevando mi cabecita loca?
Tomo, just in case, el maldito omeprazol y pienso. Divago. Miro alrededor y veo un piso limpio y exquisito. Concluyo que no se trataba tanto de limpiar y ordenar y llenar la nevera y llevar una vida organizada y ‘de provecho’.
La vida se trata de mantener tu chakras limpio.
Limpia tu chakras.
Aprende a respirar.
A respirar de verdad.
Por alguna absurda razón, siento que he vuelto a nacer tras esa breve visita médica.
- No creo que vaya a darte un ataque al corazón… … pero límpiate el chakras un poco, céntrate en lo que de verdad importa y deja de atacarte por todo aquella basura que no merece ni un segundo de tu atención.
Lo confieso: toda la vida he dejado que un montón de tonterías que en realidad no importaban ABSOLUTAMENTE NADA me afectaran hasta extremos bochornosos y deleznables.
Aún así, me tomo mi dosis de antiácido porque el ser humano es así. De precavido. De absurdo. De irracional.
En caso de duda, consulte a su chakras más próximo.
*Amaia Santana (Santurtzi, 1984) es periodista