El deporte en la infancia: el quid es disfrutar (como Aduriz)
Pablo Aranda
Hace unos días leía una entrevista a Aritz Aduriz, delantero del Athletic, que al cumplir los 35 años le preguntaban cuál era su secreto para estar al máximo nivel y mejor que nunca, su respuesta fue: “¿Mi secreto? Disfruto en Lezama y me encanta jugar”. Al hilo de esta respuesta encontramos a otros muchos deportistas de máximo nivel que cuentan que la base de todo es disfrutar con lo que se hace. Por ello, y sobre todo en la infancia, los niños y niñas tienen que practicar el que les gusta, el que les haga divertirse, porque si bien no todos llegaran a ser deportistas de élite, sí que lograran sacar los máximos beneficios a la práctica regular de ejercicio. Si se practica desde la infancia son muchos más que sentirte bien y controlar el peso, que no es poco, pero el deporte llega mucho más lejos.
Por encima de todo debe ser el niño, dentro de unos límites, el encargado de elegir el deporte o deportes que va a practicar. Por lo general, querrá una modalidad en concreto influenciado por sus amigos, los medios de comunicación, el entorno que le rodea, etc. El ejercicio regular favorece el buen desarrollo físico y mental de los niños.
Les ayuda a integrarse más socialmente y a adquirir unos valores fundamentales, además de colaborar en el correcto desarrollo de sus huesos y músculos.
El deporte regular introduce al niño en la sociedad. Le enseña a seguir reglas, le ayuda a abrirse a los demás y superar la timidez, frena sus impulsos excesivos, fomentará en el niño la necesidad de colaborar por encima del individualismo, le hará reconocer, aceptar y respetar que existe alguien que sabe más que él, produce un aumento generalizado del movimiento coordinado, aumenta sus posibilidades motoras, favorece el crecimiento de sus huesos y sus músculos, puede corregir posibles defectos físicos, potencia la creación y regularización de hábitos, desarrolla su placer por el movimiento y el ejercicio, estimula la higiene y la salud y le enseña a tener ciertas responsabilidades.
El deporte en los niños ha de plantearse como un juego, una diversión, ya que desde el punto de vista madurativo hay que ir respetando una serie de periodos para no alterarlo y no tratar de entrenar lo que no sea adecuado a cada edad. En cuanto a la ejercitación de la resistencia la podemos empezar a trabajar a partir de los 8 años, siempre y cuando fomentemos tareas para su desarrollo de forma aeróbica general y que implique una carga de los grandes grupos musculares como: juegos de carrera, nadar, montar en bicicleta, recorridos, circuitos… la carga de trabajo debe ser de forma continua y no menos de 3 minutos.
Durante la etapa comprendida entre los 10 y 12 años hay un crecimiento mantenido de la capacidad de resistir esfuerzos continuos de baja intensidad, ya que los controles cardiovasculares indican que ha esta edad pueden afrontar con comodidad esfuerzos aeróbicos, aunque éstos tengan que ser atendidos con una frecuencia cardiaca alta.
· Paréntesis de mejora · A partir de los 13-14 años se abre un paréntesis de mejora de esta capacidad, en opinión de la mayoría de investigadores y en base a los controles cardiovasculares usuales acusan valores de estabilización e incluso de retroceso para resistir esfuerzos continuados respecto a la etapa anterior.
Superada la anterior etapa de fragilidad, la capacidad de resistencia aeróbica aumenta progresivamente y de manera notable desde los 15 años hasta los 17 años, para acceder al 90% del total fisiológico al final de esta etapa. La madurez funcional cardiaca no se manifiesta a su máximo nivel hasta los 19 años o más. Algunos autores manifiestan que el aumento de los niveles de testosterona en sangre entre los 15 y 17 años trae consigo una inducción enzimática que mejora la capacidad para esfuerzos de tipo anaeróbico, es decir, que a partir de esta edad, podemos introducir entrenamientos de tipo anaeróbico, teniendo muy presente que esta capacidad es muy inferior a la de los adultos.
En cuanto al entrenamiento de la fuerza lo cierto es que es imposible establecer o recomendar una edad cronológica como óptima o mínima, ya que podemos encontrar diferencias de estatus o madurez biológica entre niños y jóvenes del mismo sexo y edad cronológica de hasta 4-5 años, en la actualidad, y con todas las evidencias científicas más actuales sobre la mesa, no se considera una edad cronológica mínima requerida para poder comenzar con la participación de los niños y adolescentes en programas de entrenamiento de fuerza correctamente supervisados.
· Madurez emocional y psicológica · No obstante, sea a la edad que sea, los niños y adolescentes deberían mostrar la madurez emocional y psicológica suficiente para atender las instrucciones de los adultos encargados de su supervisión y poder someterse al estrés de un programa de entrenamiento, además de poseer niveles competentes de equilibrio y control postural.
En general, si un niño está preparado para participar en actividades deportivas (generalmente a los 7 u 8 años) entonces lo estará para un determinado entrenamiento de fuerza. La cuestión por tanto no debería centrarse tanto en “cuándo” empezar a entrenar la fuerza a estas edades sino en “cómo” hacerlo en cada momento con cada sujeto, y esto es la calve de todo el proceso, que los adultos encargados de la supervisión de los niños y adolescentes tengan la cualificación y competencia suficiente para dar las instrucciones más precisas sobre la técnica apropiada de los ejercicios, el comportamiento apropiado en los entrenamientos, y la prescripción de todo el conjunto del entrenamiento.
Dicho todo esto, podemos concluir que los beneficios derivados del entrenamiento de la fuerza a edades tempranas (prevención de lesiones, mejora de la salud ósea, mejora de la competencia motriz, mejora del composición corporal, etc.) superan ampliamente los riesgos que pudiera conllevar, siempre y cuando esté correctamente supervisado por técnicos cualificados y el diseño del conjunto del programa adaptado a las características psico-biológicas de cada niño.
· Buena planificación · En definitiva, una buena planificación de entrenamiento, tanto aeróbico como de pesas en los niños llevada a cabo por un adulto experto en la materia, favorecerá el desarrollo muscular y óseo de estos, además de los otros muchos beneficios anteriormente mencionados y ayudara además a prevenir lesiones, lo que si hemos de tener en cuenta siempre es que el niño y adolescente ha de disfrutar con el deporte, de practicarlo y de las victorias y las derrotas, y que nunca debemos presionar a los niños para el logro de objetivos deportivos sino tratar de que le saquen el máximo partido a la practica deportiva por encima de esos resultados que en muchas ocasiones, y en muchos casos por dudosas causas, solo interesan a los padres.
*Pablo Aranda (Durango, 1975) es médico deportivo