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VIAJAR CON… Juan Andrés Rico y Sandra Rodríguez · Crónica de un viaje roto a Nepal

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 Texto · Juan Andrés Rico 

Habíamos hecho cuatro viajes a Nepal en los últimos seis años.

Cierto… quizá son demasiados momos y cerveza Everest en tan poco tiempo. Este año, después de ver, volver a ver y rendir culto al film Local Hero, lo teníamos claro, queríamos unas verdes y marinas vacaciones en alguna isla del norte de Europa. Gaitas, pintas & Scotch. Pero… la naturaleza a veces no te deja opciones.

Si las vacas tienen el corazón grande, Sandra tiene el corazón de una vaca. Los terremotos de esta pasada primavera conmovieron a corazón de vaca,  y como además tiene la testarudez de una cabra, consiguió convencerme para tramitar un par de vuelos a Kathmandú.

– «Si tenemos cuatro euros para gastar, este año toca dejarlos en Nepal».

Sentenció.

A finales de octubre, junto a mi hijo Oskar y su novia Clara, iniciamos el que sería nuestro quinto viaje al país de los Himalayas, los ochomiles, los yaks, las gentes humildes, sufridas, sonrientes y amables. De las maravillosas personas.

Mani Rimdu es un festival que los Lamas del monasterio de Tengboche, en el valle del Khumbu,  celebran en la luna llena de octubre. Como coincidia con nuestra estancia en la zona lo hicimos cuadrar, y a partir de ahí montamos el viaje.

· El error de comparar · Kathmandú es una ciudad que si caemos en el error de compararla con cualquier capital de las nuestras, puede parecer extremadamente ruidosa y desordenada.

Normalmente, la movida diaria de su algo más de millón de personas hace que en el paisaje urbano predomine el caótico tráfico. En esta ocasión no ha sido así.

Por problemas, al parecer políticos, con la vecina India en el suministro de combustible, las gasolineras oficiales nepalíes no suministraban, y los sacrificados conductores tenían que recurrir al exageradamente abusivo mercado negro.

De ahí el inusual silencio y tranquilidad que nos encontramos a nuestra llegada en las calles de Kathmandú, apenas había  tráfico.

Nuestra primera parte del viaje transcurrió por el Valle del Khumbu, patria de los sherpa. Solo su dureza y abnegación supera la hospitalidad de estas gentes.

El primer vuelo de la mañana nos llevó desde Kathmandú a Lukla.

Cierto es que la corta pista de aterrizaje del Tenzing-Hillary cumple sobradamente con las expectativas creadas, aunque después del vuelo en la avioneta de Pokhara a Jomsom de otros años estamos curados de espanto.

· Salida del pequeño aeropuerto · Nos sorprendió la gran cantidad de ofertas de porteadores y guías que siempre hacen guardia en la salida del pequeño aeropuerto. Nosotros, gracias a Iban Gorriti de Mugalari (www.mugakultura.eus), habíamos contactado y concertado los servicios del conocido para los vascos, sobre todo para los navarros, Pasang Sherpa, por lo que amablemente rechazamos todas las propuestas que nos llovieron. Tener un acompañante local que hable castellano, consideramos que podría enriquecer muchísimo la visita.

Lamentablemente, Pasang, por problemas con los vuelos y algún compromiso personal no podía llegar a tiempo a Lukla, por lo que en su lugar nos acompañó su amigo Gelu Sherpa. Gelu es un chico de veintitrés años muy amable, servicial y discreto.

Poco a poco fuimos tomando confianza con él, convirtiéndose enseguida en un excelente compañero de travesía y un buen amigo. Pero ni papa de castellano, a duras penas, solo su inglés de supervivencia, como el nuestro, nos comunicaba.

Nuestros equivocados prejuicios nos causaban incomodidad ver a personas mal equipadas cargando con nuestros petates, por lo que, para transportar nuestro equipaje decidimos contratar los servicios de Ambuti y su yak.

· La sonrisa, el lenguaje universal · Nada más ver a Ambuti, en sus gestos, vimos con claridad la dureza de estas montañas. Es una mujer austera, ruda y de pocas palabras, que desempeña su trabajo a la perfección. Con su perenne sonrisa ejerce con eficacia la limitada comunicación que tenemos con ella, solo habla el idioma sherpa.

Nuestro treking empezó en Lukla y después de hacer una noche en Pakding y dos, por la aclimatación, en Namche Bazar, llegaríamos al monasterio de Tengboche.

Cada día empezábamos a andar después del desayuno y finalizábamos más o menos seis horas después. A la llegada al lugar, ducha caliente, comida y a esperar la cena relajadamente.

Impresionantes puentes colgantes, majestuosos bosques, infinitos valles, aldeas, multitud de lugareños sonrientes y amables nos harían compañía durante todo el camino.

Pakding, a 2700 de altitud, es una muy pequeña pero autosuficiente aldea. Una nutrida oferta de restaurantes, lodges y tiendas pueden satisfacer las necesidades y caprichos de cualquier caminante que pase por ella.

La llegada a Namche Bazar impacta. Descubrir todos los servicios que ofrece la capital del territorio sherpa a 3.500 metros de altura, es sencillamente flipante.

· Hermoso pórtico · Al entrar en la ciudad a través de su maltrecho pero hermoso pórtico, empezar a descubrir la vida que allí hay, pagodas, callejuelas repletas de artesanía local, su monasterio y, sobre todo, ver con el decidido entusiasmo que sus habitantes reconstruyen lo destruido por los terremotos es sobrecogedor.

¡Maldita sea!, estamos más alto que en el Aneto, y la movida que aquí te encuentras es increíble.

Es obligada la visita al monasterio de Namche. Las historias del simpático Lama que lo custodia, así como sus excepcionalmente bonitos trabajos en madera y pinturas nos fascinaron.

Con la intención de participar en el festival Mani Rimdu, nuestro trekking finalizaría en el Monasterio de Tengboche a 3.900 metros.

A priori, sobre el papel, los 400 metros de desnivel entre Namche y Tengboche, nos parecieron fácilmente superables en las seis horas de marcha que teníamos  previstas, pero no contábamos con la bajada hasta el río innombrable, lo que nos obligaba a remontar 500 metros añadidos de desnivel perdido. Al final fue la etapa más dura con diferencia.

Tengboche es una minialdea construida al rededor del precioso y antiguo monasterio budista tibetano que preside la amplia cumbre de la colina.

Fascinados por la espectacular vista panorámica  de los gigantes Everest, Lhotse, Nuptse, Thamserku y Ama Dablam, la sensación de que a partir de allí empiezan realmente las aventuras y que finaliza la civilización te invade.

De nuevo la naturaleza hizo presencia y decidió por nosotros. La copiosa nevada que cayó sobre Tengboche aquella noche no permitió la celebración del Mani Rimdu, y nos hizo cambiar de planes, por lo que después de visitar el monasterio y charlar con los lamas, decidimos ir bajando.

Aunque a esa altitud siempre es probable una nevada, por la época, no contábamos con tanta nieve y nuestro equipo no era el adecuado.

· Baile de máscaras · El baile de máscaras hubiese sido una excelente ginda al suculento pastel, pero nos vamos plenamente satisfechos con lo que estos parajes y sus gentes nos ha permitido disfrutar estos días.

La bajada nos la tomamos con calma. Fueron tres días de esfuerzo mucho más moderado, lo que nos permitió ir fijándonos en el entorno con mayor detalle, e ir descubriendo lamentablemente más y mayores consecuencias de los malditos terremotos.

Un poco antes de llegar a Lukla, el último día, Gelu nos propuso desviarnos a Chauri Kharka, su casa, una diminuta aldea muy cerca y justo debajo de Lukla. O mejor dicho lo que quedaba de ella.

Allí se nos rompio el viaje y el corazón. La totalidad de las casas, templos y pagodas eran un montón de escombros. Lo peor de todo era pensar que tras los derrumbamientos de aquellos hogares, muchos corazones dejaron de latir.

El corto trayecto lo atrevesamos sin mediar palabra, el solemne silencio solo fue interrumpido por el silbido del entristecido viento.

· El Lukla Lodge, el mejor alojamiento · La múltima noche antes de volar  a Kathmandú, hicimos noche en el albergue Lukla Lodge perteneciente a la asociación navarra del mismo nombre, (asociacionluklalodge.blogspot.com). La historia de este magnifico alojamiento, el mejor de todos en los que estuvimos durante el trekking, es larga y muy solidaria.

Lukla Lodge es una asociación navarra dedicada a fomentar el desarrollo en el Valle del Khumbu. Tuvimos la gran suerte de coincidir allí con Ana, que es una socia fundadora de la organización. Acababa de llegar desde Navarra para valorar y decidir, in situ, cómo invertir las donaciones económicas que habían recaudado en los últimos meses.

Humildemente, nosotros, entre familiares, amigos y compañeros también habíamos recogido algunas donaciones. Convencidos de que Ana tendría mayor y mejor criterio, decidimos confiarle a ella la labor de repartir nuestro pequeño presupuesto.

Aquella última noche, por fin, pudimos conocer a Pasang Sherpa.

Pasang es un chico de ventipocos años que, cuando eran niño, tuvo la suerte de tropezar con una expedición navarra a un ochomil de la zona, quizá el Everest, no sé.

Al parecer, él, intentó participar en el equipo de porteadores de la expedición, y los navarros, aplicando el buen criterio que les caracteriza, no permitieron que un niño de nueve añitos interviniese en esa labor.

· El disgusto de Pasang · Por lo que nos contaron, Pasang se llevó un gran disgusto, ya que deseaba empezar a desempeñar ese tipo de trabajo lo antes posible. A cambio, para consolarlo, uno de los responsables de la expedición le propuso que a la vuelta, Pasang viajase hasta Navarra con él. Y así ocurrió.

El niño Sherpa vivió y estudió en Navarra durante varios años.

Incluso fue muy popular por participar en un programa del canal de la televisión autonómica vasca ETB ‘El conquistado del fin del mundo’.

En la actualidad, junto a su madre, mujer e hija, alternándolo con su actividad de guía de montaña, gestiona el albergue de la asociación. Ana nos puso al día de los proyectos e ideas de desarrollo que Pasang tiene en la cabeza para la zona. Entre otras ideas, la que sería de mucha utilidad para los guías sherpas, impartir clases de castellano.

Pasang nos comunicó que, cuando se fuese a poner en marcha, existiría la posibilidad de acoger voluntariado, profesores, para este proyecto.

· La corta pista de aterrizaje · A primera hora de la mañana, tras despedirnos emotivamente de Gelu y Pasang en el hall del Tenzing-Hillary, volvimos a poder comprobar la brevedad de la pista de aterrizaje, la más corta y de mayor siniestralidad mundo.

A la llegada, veinte minutos después, empezó la segunda parte de nuestro viaje. Visita al esplendoroso Valle de Kathmandú, y relajante semana en la maravillosa reserva salvaje de Chitwan, pero esa es o será otra historia.

Gracias Amy Winehouse, gracias Angel Stanich, gracias Bob Dylan, Bob Marley, gracias Kiko Veneno, gracias Lou Reed el esfuerzo del camino con vosotros fue menos penoso. Gracias Budha, gracias Tibet, muchas gracias Sherpas y khumbu por existir. Gracias Nepal, gracias vida!.

Eternamente… Om mani padrme hum…Om mani padrme hum… Om mani padrme hum…

* Sandra Rodríguez  + Juan Andrés Rico son dos amantes de la naturaleza, de Tarragona

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