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ÓBITO DE MEMORIA HISTÓRICA · Se nos fue Elvira Godás, nuestra maestra republicana

Cabra Dolores

Dolores Cabra

Se nos fue Elvira Godás, nuestra maestra republicana. Presidenta de Honor de la Asociación Archivo Guerra y Exilio

· «Era uno de los referentes históricos de mujer antifranquista, de izquierdas, anticlerical y antifascista»

Elvira Godás Vila no quería reconocimiento ni agasajos, no era partidaria de las adulaciones ni de que le hicieran homenajes. Un día de tantos, charlando con ella sobre este tema, me explicaba que había muchas gentes merecedoras pero no ella,  porque no había hecho nada reseñable, yo siempre le contestaba citando los versos de Citarrosa, Elvira, tú has dejado las puertas y las ventanas de tu casa abiertas para siempre… Y en tu casa caben los combatientes, los que luchan por la libertad, la justicia y la República y siempre hemos contado con tus sabios consejos y tu acogedora generosidad, y ella sonreía porque eso sí era verdad y añadía que en su casa siempre habría cama, comida y comprensión para los nuestros. Era un punto de apoyo extraordinario e irrepetible.

Elvira Godás días antes de su fallecimiento

Nació en Lleida el 22 de enero de 1917 y nos dejó en la madrugada del 12 de noviembre, casi un siglo de vida, tres guerras y el paso a la Francia de los campos de concentración. El  25 de mayo de 1939 embarcó en el Sinaia de la libertad, con España presente en el recuerdo / con México presente en la esperanza, escribió el poeta Pedro Garfias a bordo del vapor, el buque que el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles, controlado por el Gobierno republicano, con el apoyo del Gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas había fletado para trasportar a los republicanos españoles a México. Tras una travesía de tres semanas, el Sinaia llegó hasta Veracruz, donde permanecieron hasta que con su marido José Cervera pudo desplazarse a Yucatán y de allí a Mérida. En su amado México vivió los dos exilios, el inevitable y el interior durante cuarenta largos años. El México de la libertad, añorado, querido, siempre en su corazón, le dio la posibilidad de construir una familia, desarrollar su profesión y ser y formar parte de un país de acogida. Decía que ella tenía la inmensa suerte de tener dos tierras, la suya de nacimiento y la de acogida cuando fue una refugiada.

Ella hizo posible ese terrible viaje fronterizo llevando a su hijo Fredy, aquél que con sólo dos años al acabar la guerra iba en sus brazos, tirando con la fuerza del que ya no la tiene de su enfermo marido para hacer el paso a Francia, después de un penoso camino plagado de bombardeos de la aviación fascista y de múltiples desasosiegos.

Su hijo Fredy pertenecía a Lleida, a la frontera de los Pirineos, al México del exilio y a las Españas del retorno; su hija Teresa nació en Yucatán, el día del grito de la independencia, y a la modélica e imprevisible Londres y también a esas riberas mediterráneas catalanas que alumbran la huella del encuentro; y de su gran logro, del resultado de tanto amor con su tercer marido, el escritor José Ramón Arana, que en México había fundado la revista «Las Españas», nació su deseado hijo Veturián, el menor, al que adoraba. Y, vigilante siempre de la felicidad de sus hijos, tenía alerta sus sentimientos por los compañeros de viaje Herminia, Nicolás y Sonia. Quería a todos sus nietos pero en su corazón estaban la pasional y dulce Cala y sus Tessa y Fredy, y también a sus sobrinos más cercanos y queridos.

Es una vida tan larga, tan vivida, tan combativa y pasional que se me desborda el papel y la tinta y corre a regueros por la memoria en el ansia de plasmar tanta vitalidad y tanta dicha, agradeciendo haber sido una parte de su vida.

Cuando me contaba que había perdido el humor yo le decía que podíamos escribir una historia breve, un cuento, y lo titularíamos: Mi amiga Elvira que perdió el humor,

Pero no le duraba mucho porque una llamada de un nieto o de cualquier amigo de México se lo devolvía, y le comentaba la inmensa suerte que tenía por no haber perdido a ninguno de sus hijos, y le decía que ella era un general con mando y tenía multitud de soldados que la seguirían hasta el final, y ella se reconfortaba y decía que era verdad, que lo mejor que le podía pasar a  una madre de su edad era morir antes de que lo hicieran sus hijos.

Elvira era magnífica, podía hablar de mil cosas interesantes e importantes, era sorprendente y dejaba boquiabiertos a todos los periodistas e historiadores que pasaban por su casa para hacerle entrevistas. Yo le decía, pero Elvira, te habrán dejado una tarjeta, te habrán dicho para qué medio es, cuándo sale…pero eso no era importante para ella y lo que le importaba era que las nuevas generaciones estuvieran interesadas en esos hechos.

En 1942, tras el fallecimiento de su marido José Cervera, Elvira se desplazó a México DF, donde residió en un edificio lleno de exiliados españoles y consiguió independizarse y trabajar. Hace unos años contaba que en el exilio las mujeres fueron las primeras en trabajar y en llevar un sueldo a casa, porque sabían hacer trabajos manuales. Ella misma durante el primer año se ganó la vida haciendo jerséis para los soldados norteamericanos, cuando ya había estallado la guerra mundial y se había producido la intervención americana. Trabajó también en la Unión Distribuidora de Ediciones, que habían fundado dos catalanes, el catedrático de Universidad Miquel Marín y el anarquista de Vilanova i la Geltrú Ricard Mestre. Hasta que, tras reconocérsele el título de maestra, pudo volver a dedicarse a la docencia. Apasionada de la música, Elvira se inscribió también en el Orfeó Català de México, donde iba a cantar dos veces por semana, y donde conoció a Pozas, su segundo marido, con el que convivió poco pero intenso tiempo.

Elvira era uno de los referentes históricos de mujer antifranquista, de izquierdas, anticlerical y antifascista, que supo mantener hasta nuestros días los principios básicos de sus compromisos en esta vida. Hija del pedagogo Frederic Godàs y de Victorina Vila, fundadores del Liceo Escolar de Lleida., que abrió sus puertas en 1906 y fue la primera institución pedagógica de la ciudad que se basaba en un modelo fundamentado en el laicismo y en las ideas de igualdad, libertad y ayuda mutua. Contaba que sus padres trabajaron de igual a igual para levantarlo, escolarizaban tanto a niños como niñas y practicaban una pedagogía activa; aparte de las materias tradicionales, enseñaban música, arte, educación física, hacían excursiones… Todo esto, decía, suena muy normal ahora, pero en aquella época resultó revolucionario. Desde todas partes llegaban alumnos al Liceo Escolar. El padre de Elvira falleció en 1920 durante un viaje de trabajo, y su madre, entonces con 33 años, se hizo cargo de la escuela en solitario durante un tiempo y logró dar carrera a sus cinco hijos. Elvira, la menor, estudió la carrera de Piano en el conservatorio. El 2 de noviembre de 1937, la Aviazione Legionaria Italiana bombardeó la capital del Segrià y, entre otros, destruyó la mitad del edificio del Liceo Escolar, en la avenida Blondel. Murieron 42 niños. Elvira decía que lo hicieron a propósito, sabían que era una escuela y la bombardearon; porque la escuela era el alma de la sociedad que queríamos construir, más justa y democrática; trataban de impedir que estas ideas progresistas se expandieran.

El Liceo Escolar de Lleida continuaba, sin embargo, con sus clases, y ella decidió empezar a ejercer como maestra. Contaba que todos los hombres estaban en el frente, así que la República solicitó más profesores y se presentó voluntaria. Pasó un examen especial para demostrar que tenía el nivel necesario. Luego viajó a Barcelona para superar una prueba adicional de catalán. La persona que le examinó fue Pompeu Fabra, el gran impulsor del catalán moderno. Aprobó el examen y consiguió el título de maestra, pero ya no pudo trabajar en la escuela de sus padres.

Elvira Godás y Coppola

Elvira Godás y el director de cine Francis Ford Coppola.

Nuestro compañero de AGE, el profesor Pelai Pagés  comenta en una semblanza que en la planta baja del Liceo se reunían durante los años de la República los militantes del Bloque Obrero y Campesino y, después, del Partido Obrero de Unificación Marxista, entre otros, su hermano Frederic, que fue uno de los fundadores y dirigente de ambos partidos en Lleida. Aunque Elvira militó en el PSC, siempre tuvo una especial afinidad  con el POUM. Durante la guerra civil Elvira fue maestra de escuela, junto a su marido, y ejercieron la profesión en distintas poblaciones, en Castellnou de Seana, cerca de Lleida, Barcelona y les Borges Blanques, aplicando los principios que durante la guerra estaba prodigando el CENU (Consell de l’Escola Nova Unificada).

Nuestros exiliados, todos ellos y desde cualquier país de acogida, siempre vivieron con la maleta hecha y sin cerrar, esperando el ansiado regreso, el retorno a aquella República que ya no existía, a aquella tierra que aún extraña era la que recordaban como suya. Nunca fue definitivo ese exilio pero si apuntaba para bastantes años, y quizás por eso todos ellos se implicaron en la vida del país de acogida, y fueron tan queridos y reconocidos como nunca en el suyo propio, ese fue el caso de Elvira fundando el Colegio Hans Cristian Andersen y dando clase de música en varias instituciones muy importantes de la ciudad de México, como así fue en el Liceo Franco-Mexicano y en el Colegio de Las Vizcaínas.

Su primer retorno  fue en 1972, acompañando a su marido para que pudiera morir en su tierra natal. Trasladándose a vivir posteriormente a Castelldefels, donde fundó el parvulario «Petit Món» en el que trabajó junto su hermano Frederic, que, maestro como ella, después de la guerra había sido marginado de la docencia por los franquistas. Vivió en Cataluña dos años y después otro año en Inglaterra, pero volvió a su querido y añorado México. El regreso definitivo de Elvira se produjo en 1980, año en el que se instaló en Barcelona, para proseguir con la  larga batalla de su vida: la docencia en el Colegio Prim impartiendo clases de música y de catalán, una práctica que había heredado de sus mayores y para la que tenía unas ideas y un oficio singulares, la defensa de los valores laicos, democráticos, internacionalistas, y como no, el combate por la memoria. Durante años participó en los encuentros que los antiguos militantes del POUM celebraban en el Casal de Lleida, en plena Gran Via de les Corts Catalanes de Barcelona. No dudó un instante en sumarse a las actividades de AGE cuando se lo propuse en noviembre de 1997, pocos meses después de la fundación de la asociación y cuando una caravana de la memoria formada por la voluntaria internacional Adelina Kondratieva, la exiliada Carmen Parga, Conchita Ruiz Funes y yo recorríamos España resquebrajando el muro de silencio que pesaba sobre nuestra memoria.

Elvira nos abrió las puertas de Barcelona, de Cataluña, esa leridana universal, internacionalista sin fronteras, en combate permanente por la libertad, educadora de generaciones, pedagoga entregada a la educación y defensora de los valores republicanos mantuvo su casa siempre abierta para todos aquellos que quisieron formar parte de esa necesaria batalla por la libertad.

Tantas conversaciones con ella, tanta riqueza cultural y espiritual, tantas gentes queridas, las chicas de la Barranca en México, las hermanas María y Teresina Tersa y Elisa, sus grandes amigas docentes, la escritora Antonina Rodrigo y tantos que la admiraban y querían.

Mi querida Elvira, regresé de Belgrado y pude verte junto a tu querida y diligente Eva, compartimos nuestros mágicos momentos republicanos hasta que al día siguiente la vida te pasó una factura sin el retorno que esta vez te ha negado la historia. Te has ido rodeada de tanto amor de tu familia que nos has dado a todos el regalo de una despedida serena y pensamos que sin sufrimiento.

Esa fue siempre tu frase: todo lo que he querido en esta vida lo he conseguido, era tanto y costaba tan poco…

A todos tus amigos, tantos que es imposible poner sus nombres, nos has dejado esa huella profunda, esa en la que recibimos el testigo de la historia con la conciencia sumida en tu sueño republicano.

Elvira, estás atrapada entre el cielo republicano y nuestro corazón, de esa manera podrás seguir teniendo dos lugares en el mundo. Yo prefiero que nuestro corazón sea tu casa para siempre.

* Dolores Cabra es Secretaria General de AGE (Archivo Guerra y Exilio)

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