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Fallece el histórico cicloturista y superviviente del bombardeo de Durango José Ramón Castillo

I. Gorriti

«La vida es como montar en bicicleta. Para mantener el equilibro hay que seguir pedaleando». Fue Einstein quien escribió esas dos frases. Desde este mediodía, a las doce, el corazón de José Ramón Castillo ha dejado de montar en bicicleta, un hombre que hasta los 81 ha mantenido el equilibro de la vida y su querencia de seguir pedaleando. Ha fallecido en el hospital de Galdakao-Usansolo.

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Con amigos y amigas en el Tourmalet. | PHOTO | Cedida por Agustín Ruiz Larringan

Sin duda alguna, Castillo ha sido, es y será una de las personas más conocidas y reconocidas de la villa de Durango. Si no hubiera existido en la historia del municipio, habría que haberlo inventado en obra de teatro, en tertulia ciclista, en emisora de radio de música clásica… Hoy se ha convertido en recuerdo para siempre porque uno no muere si se mantiene dando pedales en el recuerdo colectivo. La basílica de Santa María de Uribarri acogerá la misa funeral, rito cristiano, por su persona el próximo viernes, a las siete de la tarde. El durangués padecía la enfermedad Macroglobulinemia de Waldenstrom.

El por todos conocido apasionado del cicloturismo y heredero y regente del garaje de arreglo de bicicletas José Ramón Castillo Miota nació el 23 de marzo de 1934 en la calle Monago, vía del callejero durangués que más adelante pasó a denominarse Wenceslao Mayora y a día de hoy Monago-Torre. Llegó al mundo en el segundo piso del portal número 5.

| Vivo junto a su madre y tía el día del bombardeo de Durango | Muy pocas personas conocen el dato de que fue superviviente de los bombarderos fascistas que sufrió la villa el 31 de marzo y días posteriores. La madre de aquel niño que una semana antes a los ataques del odio y la sinrazón de la Guerra Civil había cumplido dos años, su madre, su hermana Amparo y él transitaban por la hoy calle Arando, junto a la fábrica que existía en la época frente a donde hace años estaba ubicada la discoteca Txori Zoro. Los fascistas arrojaron una bomba y tras la explosión cayeron sobre ellos piedras. Los tres sobrevivieron, «pero los trabajadores que trabajan en la empresa murieron al otro lado», rememora Asier Isasti, sobrino de José Ramón. «La familia huyó al monte», agrega.

Cerca Veleta 3-9-83

Cerca del pico Veleta de Granada el 3 de septiembre de 1983. | PHOTO | Cedida por Agustín Ruiz Larringan

Cerca Veleta 3-9-83

Años más tarde, enviaron a Castillo al seminario de Gabiria, de los padres pasionistas. Su padre tenía un garaje de arreglos mecánicos y su madre una tienda de lencería en Kurutziaga. Él era el mayor de siete hermanos. Uno de ellos, Fernando, murió de niño. A él le seguían: Amparo (el 1 de agosto se cumplirá un año de su fallecimiento), Rosi, Isabel, María Ascensión y el popular cantante y profesional del doblaje Xeberri.

A juicio del cicloturista durangués Agustín Ruiz, compañero de incontables tertulias y viajes pedaleando, José Ramón era «mejor cantante que Xeberri. Y tocaba la guitarra. Tenía una en su taller», echa la vista atrás. De hecho, la familia recuerda que vendió una bicicleta al guitarrista Paco de Lucía, cuya hoy exxujer es la dueña de la mansión ‘Eche Zuria’ del barrio de Pinondo.

Antes de heredar el trabajo de su padre, José Ramón trabajó al salir del seminario en la empresa Duñaiturria y Estancona S.A. Más adelante, se convirtió en un referente. Su familia asegura que fue el primer taller de arreglos de bicicletas de Durango. No hay persona de décadas atrás que no pasara por delante de sus escaparates: de Komentukalea y el de Kurutziaga.

No hay vecino de la villa o de la comarca que no pasara por allí a comprar una bicicleta, arreglar un pinchazo, inflar una rueda o balón o a cambiar los frenos… Y los aficionados al ciclismo acudían a él a ver quién había ganado las etapas de las grandes vueltas que comenzaban a emerger.

| La histórica pizarra de Castillo | En una pizarra, Castillo citaba al ganador de la jornada, el de montaña, metas volantes… Incluso, en alguna ocasión algún comentario o broma. Era único. Necesario. Imprescindible. También lo eran sus tertulias con personas de todas las edades: de todas. Había quien le tildaba de «vago», adjetivo que no era cierto.

Castillo era un trabajador nato, pero él lo argumentaba bien y quien le conocía lo sabía. Por el día, podía estar de tertulia, le apasionaba, pero la noche era su hábitat, como el del escritor, como el de los artistas…

Quien cruzaba Komentukalea a altas horas de la noche veía la luz encendida. Allí estaba José Ramón y por las rendijas de la puerta podía escucharse la radio con música clásica, era un melómano de este Arte. También apasionado incondicional de la lectura. Su paso por el seminario, quizás, había dado sus frutos en su bagaje de cultura.

Quien hoy ha dejado de pedalear, fue una persona contraria al deporte de competición. Siempre apostó por la bicicleta, por el cicloturismo, e, incluso, se negó a aprender a conducir, a depender de vehículo de cuatro ruedas. Hasta hace pocos años era cotidiano verle ir y volver de visitar a su hermano en el barrio berriztarra de Sarria.

Pasaron los años, las décadas, la ropa de andar sobre la bicicleta evolucionó en técnica, pero él mantuvo la de toda la vida, la de algodón.

| Ganador de una prueba social de San Fausto | Su única competición era una prueba social que se organizaba en fiestas de San Fausto, con los profesionales como Lejarreta o Gorospe, con cicloturistas de Durango, con jóvenes de todas las edades… «Él la ganó un año, era buenísimo en el sprint», valora Agus Ruiz.

Castillo no tuvo pareja ni descendencia. Él solía decir que la bicicleta era su novia. Y como dato, tenía apuntados todos los kilómetros que hizo sobre la bicicleta. Fueron 450.000 kilómetros, «más que los que puede hacer un coche», solía comparar quien participó en pruebas como la ‘Luchon – Bayona’ o quien junto a un amigo viajó con sus alforjas de Durango a París y vuelta en una semana.

Quienes le conocen bien, narran 450.000 anécdotas pedaleadas en tantos años a su lado, sobre la bicicleta o en seco en el equilibrio del que hablaba Einstein. Castillo, el histórico Castillo, fue, es y será un hombre curioso, mismo adjetivo que hizo uso el sabio John Howard para la bicicleta. «Es un vehículo curioso. Lo es porque el pasajero es su motor».

> Mañana, Mugalari publicará en su homenaje reacciones de personas que le conocieron. Junto a este reportaje, editamos una columna de opinión de su sobrino Asier Isasti.

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