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TRAS 70 AÑOS ABIERTA EN DURANGO | El agur familiar de sabor agridulce de La Exquisita

Iban Gorriti

Un agur de sabor agridulce. Ayer, domingo, la histórica pastelería de La Exquisita vendió su último irresistible bollo de mantequilla, palmeras deliciosas, trufas que ensanchan el alma, caramelos que te alegran la vida… El último bollo lo degustó un joven de la familia, Mikel. La última palmera, otro de los txikis de la casa: Jontxu. El local, tras más de 70 años abierto, deja paso a una franquicia de las Clínicas Dentales Dentix. A la familia le toca ahora descansar, disfrutar del día a día, porque «es un trabajo muy sacrificado: aquí no puedes decir, cierro para ir a la playa…», asienten las encargadas.

La Exquisita 1

Inma, Jon y Ana junto a la puerta de la pastelería que ayer cerró tras más de 70 años de servicio. | PHOTO | Iban Gorriti

Las hijas de la recordada mujer que hizo grande el negocio familiar, Conchi Goicolea Areitioaurtena, aseguran a Mugalari que, aún así, el cierre de La Exquisita «no es una buena noticia porque nos hubiera gustado que alguna persona hubiera seguido con ella. A nosotras, ya nos toca descansar un poco. Date cuenta de que hemos crecido en la pastelería», explican Ana e Inma quienes reconocen que sienten «una pena muy grande». Lo mismo confirman peatones que se paran a comentarles que se les va a echar en falta en ese local, edificio que fue en su día de la familia Ampuero y que a día de hoy aún conserva pequeños desperfectos del bombardeo de Durango del 31 de marzo de 1937, ya que este negocio familiar está situado junto a la basílica Santa María de Uribarri que los aviones italianos bombardearon.

Mientras conversamos del cierre y su historia, electricistas van desmontando la cámara frigorífica. «El letrero lo vamos a guardar y esos pequeños vidrios porque son historia». Cierto tanto de la familia, como de la ciudadanía de Durango a la que se le hará extraño no ver esta tienda, una de las de mayor solera de la localidad. Aquella en la que comenzó a trabajar como empleada la buena de Conchi, cuando su marido, el famoso jugador del Athletic de Bilbao Patxi Garate enfermó. Más adelante, se hizo cargo del local. El matrimonio dio a Durango cuatro hijas: Inma, Merche, Eli y Ana.

«La famosa de La Exquisita era ella, nuestra madre», subrayan, mujer que falleció hace dos años, el 11 de febrero de 2013. «A nosotras estos días de cierre, los clientes de toda la vida nos han deseado que disfrutemos de la vida, que sea lo mejor para nosotras«. Ana ya sabía los gustos de estas personas. «Según venían ya sabías que iban a pedirte. Tu aita, por ejemplo, venía de novios a comprarle siempre trufas a tu ama, no fallaba», pone como ejemplo.

| Aquellos ‘sanantonios’ golosos | Les ha llamado la atención que haya habido personas que estos días previos a bajar la persiana les vinieran preguntando «si por el cierre teníamos productos de saldo. ¿De saldo?, les decíamos. Aquí vendemos todo del día», les han respondido a quienes recuerdan cómo el día de San Antonio era «algo fuera de lo común. Íbamos a por cajones a la estación del tren y hacíamos turnos porque no dábamos a basto con las ventas de pasteles».

Con el cierre de La Exquisita -local que con anterioridad fue estanco, de María Luisa Unamuno-, Durango pierde un referente, un lugar que no fue solo de venta, sino también de tertulia agradable. «Salvo los bares, ya hay pocos lugares donde se hace tertulia», analizan. «Tenemos una pena muy grande, no queríamos ni despedidas en periódicos, pero es el momento. El negocio iba bien, pero ya tenemos nuestros años», han sopesado.

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Hoy, el día después, la pastelería vacía. | PHOTO | I. Gorriti

Esta mañana, Jon Pérez Igartua, uno de los componentes de la cuarta generación de la familia ha querido estar presente en el cierre. Ver todo vacío a él también le ha impresionado. «A mí también me da pena que se cierre», confirma quien ya juega fútbol como Patxi Garate y quien anoche comió la última palmera que ha estado en la pastelería. Pensó en comer solo una mitad, pero lo irresistible del bollo hizo que la acabara. Conchi estaría orgullosa de saber que hizo anoche feliz el estómago de uno de sus descendientes, como lo hizo con toda la ciudadanía durante los más de sesenta años que estuvo al frente del mostrador de La Exquisita, hoy ya… historia.

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