Fallece el gudari Mikel Garmendia, quien fuera uno de los esclavos de Franco en el mal llamado ‘valle de los caídos’
I. Gorriti
(a partir de un texto de Josemari Vélez de Mendizabal Azkarraga en Euskonews)
Si hay una expresión injusta es la de «es ley de vida». La escucho cada vez que llega una triste noticia como esta: «El gudari Mikel Garmendia Olaziregi ha muerto». Falleció el 1 de junio a los cien años en Beizama, el del batallón Itxarkundia, el viudo de Virtudes Vázquez.
Natural de Donostia, era uno los nada menos que 17 hermanos, aunque se sentía «ordiziarra de corazón», según una información de Euskonews. Este gudari fue propuesto para comisario político, aunque no llegó a ostentar el cargo debido a que, camino de Torrelavega, fue capturado por los franquistas y condenado a muerte, como consecuencia del denominado Pacto de Santoña.
En julio de 1938 fue conducido, junto con otros compañeros, a la prisión de Burgos. Coincidió allí con los Joseba Rezola, Juan Ajuriagerra, Iñaki Unzueta, Luki Artetxe y Javier Artaza. La familia del final aún conserva los cuadernos con los que Ajuriagerra le enseñó álgebra, llenos de ecuaciones de segundo grado resueltos con el método Rufini. El primer día de enero de les fue indultada la pena de muerte. A los oficiales –entre los que se encontraba Mikel- el indulto les llegaría el 24 de septiembre de 1939, día de Nuestra Señora de las Mercedes.
| Mili en Tetuán y Tánger | Le trasladaron a Alcalá de Henares. Permaneció allí hasta que 1943, que le dejaron libre. La mili la cumlpioó en Tetuán y Tánger. Decidió volver al Estado y fue obligado a hacer trabajos forzados en el mal llamado ‘El valle de los caídos’. Tuveo suerte de que fue a visitarle un ordiziarra Andres Arana Matxain, de la empresa Bilore: “¿Quieres salir de aquí?”, Mikel respondió: “¿Y los papeles?”. Le consiguió papeles falsos, salió de allí con la identida de Pablo Aguado Martín, palentino de nacimiento.
Euskonews lo relata en un reportaje valioso: «Al amparo de dicha identidad, Mikel empezó a trabajar en una fábrica que las empresas Bilore y Jabones Chimbo, esta última de Bilbao, tenían en Fuentepiedra (Málaga). Allí se enamoró de una hermosa trabajadora. Y, sin casi darse cuenta, se acostumbró al modo de vida de la localidad malagueña: cuando, fuera de las horas de trabajo, no paseaba con su novia, jugaba a las cartas, como cualquier otro palentino lo habría hecho. Pero Mikel sabía que él era euskaldun, donostiarra, y que se apellidaba Garmendia. En 1948 tomó la decisión: confesaría su identidad a un amigo de partidas en el bar, ex policía. Este realizó los trámites necesarios para que pudiera recuperar su verdadera identidad. Atrás quedaban los requerimientos de el Diario Vasco y de la Voz de España, ordenando al prófugo Mikel Garmendia a presentarse de inmediato en el Gobierno Militar de Gipuzkoa».
| Un reportaje de Vélez de Mendizabal | Josemari Vélez de Mendizabal Azkarraga es el autor del reportaje. Él relata en el mismo que el siguiente paso consistía en revelar a su prometida Virtudes quién era él realmente. Y al ver que la joven muchacha, una vez conocida la verdad, no se retractaba de su decisión de salir juntos, en 1948 contrajeron matrimonio. La pareja y las dos hijas nacidas en Andalucía vivieron allí hasta 1970, año en que ofrecieron a Mikel un trabajo en la fábrica de Bilore en Zaldibi.
Durante aquellos veintidós años, Mikel mostró a su mujer con toda claridad cuál era su verdadero ser. Le explicó cómo, antes de la guerra, vociferaba a los trabajadores de la CAF “¡Compre Euzkadi, periódico antiespañol!”, y que recibía un céntimo por cada ejemplar que vendía. Le reveló asimismo su participación en un comando en las cercanías de Pago Txiki, en el frente alavés de Ubidea-Ollerias-Elosu, prestando su apoyo al batallón de Intxarkundia, y que en las salidas nocturnas a los fascistas les solía quitar los banderines de la Falange. Que con una vieja cámara fotográfica AGFA retrataba las posiciones del enemigo; y que, de no ser por su amigo el comunista Jesus Larrañaga, en las lomas de Albertia le hubieran acusado de espía y fusilado en aquel mismo momento. Y que Cándido Saseta le prestó en una ocasión una pistola-ametralladora… y que al disparar el tercer tiro con aquel arma – que ni los gángsters habrían empleado en una habitación cerrada- se le encasquilló; que no estaban preparados para la guerra… ; que «no hubo un ejército vasco…» y… que había perdido a muchos amigos en aquella guerra.
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