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MIGUEL USABIAGA | «Entre los fusilados de Pikoketa había chicas y chicos de 17 años, lo que causó gran conmoción»

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Iban Gorriti

El teclado de la máquina de escribir de Miguel Usabiaga (Donostia, 1961) se queda corto en letras, números, símbolos… para la lucha por exhumar verdad histórica. El escritor y arquitecto vasco está presente en la 74ª Feria del libro de Madrid, cita de la cultura a disfrutar entre hoy el próximo 14 de junio. Su última obra Flores de la República (Los fusilados olvidados de Pikoketa) forma parte de la oferta literaria de la caseta número 349 de los Jardines del Buen Retiro. La más que recomendable publicación se edita en el 80 aniversario del Partido Comunista de Euskadi.

 

retratos de Mikel Usabiaga en su estudio

Miguel Usabiaga. | RETRATO | Alfonso Zarranz

 

¿Cómo surge ‘Flores de la República’?

Desde hace muchos años, como familiar de uno de los fusilados, he estado vinculado a la restauración de la memoria, de la verdad mejor dicho, de lo allí ocurrido. Cada año los familiares nos reuníamos, creo que desde 1978 cuando se realizó la búsqueda y excavación de la fosa. Era una manera de recaudar dinero para poner una corona de claveles rojos en su recuerdo. Nunca faltó esa cita del grupo. Allí, a través de sus familiares, fui conociendo quiénes eran los fusilados, y también los periplos, la vida tan dura que tuvieron tras la derrota casi todas las familias.

Suele decir que eran «un ejemplo a escala pequeña de lo que ocurrió a gran escala».

Sí. Sobre lo que ocurrió, el cómo ocurrió, circulaban historias orales: lo que se había comentando en Irun, lo que se supo por boca de alguno de los que consiguió escapar, como Arozena, o Colinas. Y en un momento dado quise cotejar esa historia oral, que era muy conocida en Irun por el impacto que causó entonces ese hecho, con lo que podía encontrar en los archivos, en la prensa de la época, una suerte de reto intelectual: a ver cuánta verdad es posible extraer con precisión científica de un hecho del pasado. También quería profundizar en ese microcosmos del que hablaba, las aventuras, exilios, cárceles, de las familias. Y sobre todo encontrar a las personas concretas que eran los fusilados, su carácter, sus ideas, sus sueños.

 ¿Cuáles son los  hechos que ocurrieron en Pikoketa?

Lo que ocurrió, sintetizando, fue que en la madrugada del 11 de agosto del 36, una Columna de requetés que estaban en Oiartzun, tomaron el caserío de Pikoketa, en la falda de las peñas de Aia. Allí había una veintena de milicianos, jóvenes en su mayor parte, chicos y chicas. Los hicieron prisioneros, los fusilaron, y los enterraron en una fosa común, que permaneció secreta hasta 1978. En ese caserío se alojaban, y desde allí, un alto que domina el valle de Oiartzun, hostigaban con tiros el paso de las tropas franquistas desde Lesaca a Oiartzun, donde acumulaban fuerzas para atacar Irun. Eran los primeros días de la guerra, y quizá por eso, porque ésta aún o había mostrado su rostro terrible, y porque entre los fusilados había chicos y chicas de 16 y 17 años, como Pilar o Mercedes, esos fusilamientos sin juicio, causaron gran conmoción en Irun.

¿Qué papel tiene su padre en ese capítulo de historia y su tío Bernardo?

Mucha, Marcelo, mi padre, siempre guarda en su memoria, con dolor, estos hechos. Bernardo era dos años más joven que él, y Marcelo tiene una especie de deuda moral con él. Siempre pensó que fue su ejemplo de hermano mayor el que animó a Bernardo a seguir sus pasos revolucionarios, en el sindicato de estudiantes, la FUE, y en la juventud comunista. Y ante el hecho fatal de su muerte, o asesinato, creo que se siente de alguna manera responsable, aunque fuera Bernardo a sus 17 años, libre de tomar y elegir ese camino de militancia. Y esa carga, añade más afectividad y compromiso en Marcelo para todo lo que supone Pikoketa.

Bernardo USabiaga

Bernardo Usabiaga junto a un niño, días antes de ser fusilado el primero. | PHOTO | Archivo familiar Usabiaga-Bárcena

 Siempre hablamos de su padre, pero su madre es otra gran luchadora comunista. ¿Qué puede subrayar de la vida de ella?

Efectivamente, mi madre es otra gran luchadora, aunque por las circunstancias históricas, le haya correspondido estar en la sombra. Pero esa labor de las mujeres de los presos políticos de Franco, es encomiable, y hay que reconocerla. Eran tiempos en que sólo ser novia o amiga de uno de ellos, significaba la reprobación social. Ella, ellas, además se encargaban de alimentar la red exterior de solidaridad, de pasar mensajes de los presos, o de vender los artículos que los presos fabricaban y así recaudar un dinero que les permitía literalmente no morirse de hambre, y esos canales de venta, además eran una forma de hablar de los presos, de dar a conocer su existencia. Eran tiempos en los que nada de eso salía en la prensa.

¿Alguna anécdota al respecto?

Recuerdo una que me contó un preso amigo de mi padre, Quesada, dice que fue a la cárcel un famoso pianista, Iturbi, para preparar un concierto que iba a dar en la prisión de Burgos, un “regalo” porque los presos dieron parte de su dinero para las víctimas de unas graves inundaciones que hubo en Valencia. Cuando llega Iturbi, todos los presos políticos lo rodean para recibirlo, son cerca de dos mil; el preso Quesada está junto a él y le dice:”Somos presos políticos”. Iturbi se queda atónito, y exclama, ¿políticos? Ése era el clima del país, salvo a los muy conscientes, al resto no llegaban noticias, y las mujeres eran un eslabón clave. Ése fue también el papel de mi madre, en la sombra.

¿Qué le queda por contar de la memoria de los Usabiaga?

Marcelo, su vida aventurera, de acción, es una fuente inagotable. Aún quedan por contar muchas cosas de las cárceles, de ese universo tan cerrado y donde el hombre muestra lo mejor y lo peor de sí. Relatos de esos hombres concretos, de los mejores y de los malos, que en esas condiciones extremas se convierten en reveladores sobre las verdades esenciales del hombre, de su existencia. Creo que deben ser contados como cuentos o relatos de una pieza. Y, además, fuera de ese mundo de las prisiones, creo que queda por contar el otro Marcelo, no el héroe, sino el que sale de las cárceles en 1960, y tiene que abrirse camino tras 21 años encerrado, encontrar trabajo, y una vida normal, con el amor, la familia. Tiene su interés, porque no era nada fácil eso para un expreso en esos años. Y, yendo a la literatura, tiene mucha sustancia cómo un luchador encuentra el país del franquismo, su universo opresivo, gris, la derrota.

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Introduce a la obra con una cita de Gramsci: ‘La indiferencia es el peso muerto de la historia’.

Es una llamada al activismo, a la creación de conciencia crítica, porque sí, la indiferencia no hace avanzar la historia en un sentido progresista. Y refiriéndonos al campo del libro, la indiferencia con respecto a la memoria histórica, a lo que ha ocurrido en nuestro país, significa no tener identidad, no saber quiénes somos, y así, movernos al dictado de las fuerzas que originan otros, ser peso muerto en el oleaje.

Leo que escribe usted: «Este libro ha sido posible gracias al apoyo desinteresado de todas las mujeres y hombres que militan en el Partido Comunista de Euskadi en su 80 aniversario». ¿Cómo surgió esta posibilidad?

Presenté el libro, todavía manuscrito, a un concurso que convocaba la editorial ‘Los libros de la Catarata’, cuando fue el fallo, la editorial me llamó para decirme que no me podían dar el premio porque no era exactamente un ensayo (era un concurso de ensayo), pero que les había gustado mucho y que lo querían publicar.  Y que, dado el tipo de libro, que contaba esa historia real, les gustaría coeditarlo con alguna organización, institución, relacionada con el lugar, la historia, los hechos. Hablaron con el ayuntamiento de Irun y con el Partido Comunista de Euskadi, que reaccionó de inmediato, y cumpliendo 80 años, les pareció un estupendo homenaje, ya que la mayoría de los fusilados eran de su filiación. Iban a hacer una especie de Crowfundig, y enseguida un grupo de militantes puso el dinero para la coedición con ‘Los libros de la Catarata’.

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