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HOY DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA ESCLAVITUD INFANTIL | Relato corto: ¿Cosas de mayores?

Mugalari

Hoy 16 de abril es el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil. Durante esta jornada se conmemora el asesinato del niño Iqbal Masih, quien fue vendido a la edad de 4 años por su padre para garantizar una deuda de 600 rupias, deuda que no se pudo pagar por el incremento constante de intereses, lo que supuso que Iqbal pasara su infancia trabajando en régimen de semiesclavitud.

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Iqbal Masih.

 

Iqbal pudo escapar de la fábrica a los 10 años, y en vida se convirtió, pese a su juventud, en un activista contra la explotación laboral infantil, hasta que el 16 de abril de 1995 fue asesinado, mientras conducía su bicicleta en las calles. En su honor y homenaje, determinadas ONG han establecido este día como el día Mundial contra la Explotación Infantil.

Por ello, hoy, publicamos este relato corto, para la reflexión. El protagonista de este ‘Recuerdo no vivido’ no es Iqbal Masih.

Esclavos

Foto real de niños esclavos.

Cosas de mayores

Relato corto | Iban Gorriti

Lo escuché un día. Debía ser en América. En la América de los soles, de los del Sur. «Linda palabra Sur», que dirían no allí, allá. Tengo la seguridad de que fue cierto. Un amigo podría corroborarlo. «Lo han dicho en la tele», quedaría ya, por lo tanto, despejada cualquier duda.

Se llamaba… ¿Cómo lo llamaban? Tal vez, Pancho, esto es, Panchito. No. Le nombraremos Charly, como El Charly de Puerto Escondido, tan Escondido estaba en la pobreza méxica que ni se veía dibujado para sí un futuro. Pero ese real, por lo tanto, en este caso no cierto. «No salió nunca en la tele», llega el eco. Zanjado.

Lo del Charly lo oí con atención un día. Debía ser en América. En la América de las lunas, de las que se clavan en la tierra árida porque el cielo no puede con su peso. Cosas de la masa por la aceleración, tal vez. A fuerza de recordarlo hoy ha paseado por mi mente.

Lo escuché de día, pero era de noche. A las cinco de la madrugada, «Carlitos» -como le despertaba la flaca- se levantaba sin rechistar. Su hermana, ummm «Carola», como una de Sevilla, hacía también lo propio. Ellos junto a su madre, la flaca de la aldea y el padre -da igual el nombre- ponían rumbo hacia las minas de carbón. Iban riendo, al son del canto del gallo, entre los esputos del sin nombre para este recuerdo, varón de 34 calendarios.

Les esperaban a los cuatro horas de trabajo inhumano, que ellos calificaban restando importancia como «de un día más bajo tierra» para ganar unos soles. Para soles los hijos. Ni una queja. «Carguen con estos carbones, mis niños. Sáquenlos y respiren sol», imperaba el padre con una sonrisa orgullosa de quien tiene trabajo. La tos le quería demasiado; el peso no era obstáculo para la flaca. El Charly volvía a entrar con una tonada de esas que uno inventa. ‘Carolita’ cierra un ojo por la tierrilla que le ha entrado. Nada que en once horas de trabajo no olvide.

El reloj se cansó. La familia, sin embargo, regresa a casa. Charly, destrozado de la jornada, llama a su hermana para ir a la cama, la única en la que duerme toda la familia: «Vamos, Carol… que los ‘padresitos’ ahora tienen que platicar de cosas de mayores».

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