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‘Espetxean’, la celebración escrita intramuros del Aberri Eguna en Santoña, Larrinaga o Burgos

I. Gorriti

| El boletín carcelario buscaba subir la moral de los presos en el franquismo

«Nunca hubiera pensado que el noveno Aberri Eguna lo pasaría en la cárcel. Y es que, como me ocurre en muchas ocasiones, mis creencias me salen podridas. Pero aun así, estoy contento», publicaba en euskara uno de los prisioneros de guerra vascos el 24 de marzo de 1940 en el boletín interno Espetxean, periódico que estos lograban editar con elegancia visual en Santoña, Larrinaga y Burgos (1937-1941). Un editorial periodístico, versos escritos para Dios y otros poemas formaron parte de ese número de conmemoración del día de la patria de los vascos. Una jornada como la que celebra hoy abiertamente la Euskal Herria nacionalista, pero que tuvo que conmemorarse intramuros bajo el yugo franquista.

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Ejemplares de Espetxean custodiados por Sabino Arana Fundazioa (Bilbao).| PHOTO | I. Gorriti

Los documentalistas de Sabino Arana Fundazioa han recopilado y estudiado este curioso medio de comunicación nacido en las cárceles fascistas y que contaba con aportaciones de reclusos de diferentes ideologías. Existe una edición facsímil de aquellos periódicos originales que custodió el PNV, de pocas páginas y con una tirada de entre 5 y 8 ejemplares. Desde este Museo del Nacionalismo Vasco ensalzan que «bajo la mancheta de Espetxean se esconde toda una historia que la convierte, muy probablemente, en la publicación más especial, original y simbólica de cuantas se pueden encontrar en una hemeroteca vasca».

Calificadas como «semillas de libertad», «una publicación única» o «un arma útil dentro de la cárcel», las copias se leían en los penales y de allí salían al exterior a través, «sobre todo, de las emakumes». Ellas se jugaban su ya coartada libertad y, por extensión, su vida y la de su familia.

Espetxean nació en la cárcel cántabra de El Dueso, Santoña, en 1937, de manos de los condenados a muerte, de burukides jeltzales como Ajuriaguerra, Artetxe, Rezola o Arzelus, quienes contaron con Pepe Verdes para cuidar el aspecto gráfico. Había sido colocado por las autoridades penitenciarias en el taller de imprenta de la prisión y de allí, especialmente en Burgos, logró pasar de la realización «de números manuscritos, a auténticas obras de arte de impresión», analizan desde la fundación.

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Históricos del PNV en la cárcel de Santoña. | PHOTO | Sabino Arana Fundazioa

| Desde poemas críticos a música | El medio propagandístico surgió en plena Guerra Civil, cuando los pelotones de fusilamiento se cebaban con los antifranquistas, contextualizan en Sabino Arana Fundazioa. Su artesanal elaboración siguió los pasos de los prisioneros de guerra condenados a muerte y aparecería en los penales de Larrinaga (Bilbao) y Burgos. Los nacionalistas vascos la elaboraban de forma clandestina y tenía por objeto «levantar la moral de los reclusos y lograr que sus inquietudes y permanencia en la lucha fueran conocidas en el exterior. Quienes la elaboraban e incluso leían se jugaban la vida a diario».

Los ejemplares combinaban euskara -prohibido-, francés y castellano, y ofrecían textos y dibujos que podrían ser de Lucarini, Etxebarrieta o Uriarte. Se citan en informaciones apodos como Grim o Ciprés, entre otros. También se publicaban trabajados pasatiempos como crucigramas en euskara en la sección Gaztetxo orria. «Rogamos a nuestros lectores que no copien las soluciones en la revista, sino que lo copien en papel y allí lo descifren», rezaban los textos. Además, había espacio para partituras de canciones como Erbeste-espetxean. La mayoría de las publicaciones eran encabezadas por citas curiosas. «Este país (por Euskadi) tiene toda mi admiración», de Pío XI, dicha al Obispo de Dax en 1938, fue una de ellas. «Doy gracias a Dios por ser uno de los elegidos», del Coronel Azkarate, el día de su fusilamiento, encabezó otro de los números.

El día del Aberri Eguna de 1940, difundieron poemas a modo de protesta. «En la alta ventana nueve barrotes en cruz impiden la salida de la idea, embarazan la entrada de la luz. Por la ventana abierta entra un rayo de sol, puerta de duro hierro, paredes de cemento, presidio español», proclamaba uno de ellos.

A juicio de los investigadores citados, estos escritos, dibujos y cartas de despedida aún provocan a día de hoy «orgullo y escalofrío. Son testimonios de una generación irrepetible. Son auténticos llamamientos al perdón», estiman. Años después, reclusos como Luis Zarraga, hablando de Espetxean, quisieron matizar su papel en la Guerra Civil y años del franquismo: «Una vez me dijo un sargento: usted ha sido preso. Le respondí que no, que había sido prisionero de guerra, pues una cosa es ser preso y otra muy distinta prisionero de guerra».

| Ejecuciones en Santoña | Aquellos Espetxean nacían en días y noches de terrorismo con, por ejemplo, catorce representantes vascos y cántabros de partidos políticos y sindicatos fusilados el 15 de octubre de 1937 en la playa de Berria, municipio de Santoña. La ejecución de la sentencia buscaba castigar a los condenados por pertenecer a ANV, CNT, ELA-STV, Izquierda Republicana, PCE, PNV, PSOE, UGT y Unión Republicana. Ramón Azkue, José Ibarbia, Felipe Markaida, Floren Markiegi, Manuel Natividad, Isidro Nicolás, Martín Ramos, Francisco Rabaneda (padre del modisto Paco Rabanne), Críspulo San Miguel, Federico Sánchez, Ciriaco Sanz, Andrés Subtil, Tomás López de Otamendi y Jesús Zabala perdieron la vida aquel día a manos de los golpistas.

No fue la única historia luctuosa. Recientemente fallecía la bilbaina Felisa Acarregui, quien también conservaba recuerdos de aquella etapa. Abuela del exfutbolista Gaizka Mendieta y esposa de Fernando Zabala, comandante del batallón del PNV denominado Rebelión de la Sal, relató en su momento cómo el gudari fue condenado a muerte. Creyendo que lo iban a fusilar, pidió a su novia que fuera a Burgos a casarse con él como último deseo. Ella, poco tiempo antes de morir, emitía un testimonio para el recuerdo: «El ramo de mi boda estaba hecho con flores recogidas en el jardín de la cárcel, donde paseaba mi marido condenado a muerte». Desde aquellas cárceles sigue llegando el eco de los prisioneros que publicaban Espetxean. Sabino Arana Fundazioa aún guarda el último número, que no se llegó a editar.

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