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SAZONANDO | Javier Ferdo | El plato de tu infancia

JAvier Ferdo

Javier Ferdo
EN EL PALADAR | Te invito a que cierres los ojos y pienses en el plato que más recuerdas, en ese sabor que con solo imaginarlo eres capaz de volverlo a disfrutar en tus papilas gustativas, ese que está guardado en tu paladar, ese que te hace viajar a través del tiempo y te transporta a tu infancia. ¿Sí? ¿Lo tienes?

El mío es el de los garbanzos que hacía mi abuela. Ella era una persona con una mentalidad muy a la antigua, se comía en casa lo que daba la huerta de la casa y los animales que había. Por lo tanto, en primavera y verano se comía vainas, mientras que en otoño e invierno había garbanzos. Bien, pues esos garbanzos eran los mejores del mundo.

El plato de la infancia

‘El plato de la infancia’ | PHOTO | Javier Ferdo

La mujer a las ocho de la mañana ya tenía los garbanzos metidos en el puchero sobre la chapa y se iban haciendo poco a poco. ¿Qué ingredientes llevaban? Nada especial, tan solo le añadía las patatas, un pedazo de chorizo, otro de tocino y una pata de pollo que estaba siempre reservada para su paladar. Nada más, no había florituras. ¿Qué los hacía tan especiales? Que se hacían al ritmo al que debe hacerse un buen cocido, al del plop-plop que hace cuando está hirviendo suavemente.

Es curioso, pero hoy en día tenemos a nuestro alcance mejor tecnología para hacerlos, como podría ser la olla express, o también podríamos mejorarlos acudiendo a la tienda y comprando los ingredientes que queramos, por aquello de la globalización culinaria cada vez más en auge. Sin embargo, pongo la mano en el fuego, nunca mejor dicho, de que esos garbanzos nunca superaran al cocido que se hace en una cocina de chapa durante horas y horas.

A día de hoy todo lo tenemos muy bien estudiado y la teoría para hacer unos garbanzos aceptables sería: ponerlos la noche anterior en agua fría con sal, escurrir y lavarlos po la mañana siguiente (no utilizar ese agua de la rehidratación) y su principal característica es que los garbanzos se comienzan a cocinar cuando el agua está caliente (así evitamos que se encallen, al contrario que con la lenteja y la alubia que se parte desde agua fría), un agua al que ya se le ha añadido desde el principio las verduras de condimentación como la cebolla, el ajo… eso corre al gusto del consumidor, al igual que las guarniciones cárnicas que se le quieran echar. Un dato orientativo a la hora de echar el agua, para que no queden ni demasiado secos ni demasiado líquidos, lo recomendable es que supere a los garbanzos por dos dedos y que la cocción sea a fuego suave.

Este tipo de platos cada vez aparecen menos en nuestras dietas por falta de tiempo a la hora de cocinarlos, ¿quién puede tenerlos toda la mañana en el fuego? No se hacen ni siquiera teniendo a mano la olla express. En su favor hay que decir que son un plato muy completo porque incluye hidratos de carbono, vitaminas, minerales, proteínas y grasas. ¿Qué plato te ofrece más por menos?

Os aseguro que mi abuela no sabía que eran los hidratos de carbono, y probablemente su forma de hacerlos no fuese como dice la «teoría», pero pongo en duda que a lo largo de mi vida coma unos garbanzos más ricos que los que hacía mi abuela al calor de la cocina de chapa.

¿Y cuál es tu plato de la infancia?

 * Javier Ferdo (Abadiño, 1988) es periodista.

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