VIAJAR CON… ALBERTO RUEDA | La soledad mental de la feroces Islas Feroe
Texto y fotos | Alberto Rueda
Las Islas Feroe, Føroyar o Færøerne, significa islas de corderos. Son un pequeño archipiélago en el Atlantico Norte entre Escocia, Noruega, Groenlandia e Islandia. Estas islas son un país autónomo del Reino de Dinamarca al igual que Groenlandia, pero no pertenecen a la Unión Europea. La vida allí es muy dura, vive muy poca gente y están muy aislados de todo. El archipiélago feroés consiste en 18 islas de origen volcánico, de las cuales 17 están habitadas.
Hoy me subo a la bici para pedalear a vuestro lado un viaje que hice el año pasado. Recorrí ocho de aquellas islas.
Barcelona. Uno de septiembre. Aeropuerto de Prat. Como siempre, me noto nervioso, con dudas, miedos e inseguridades… El avión despega. Nada más aterrizar en la isla de Vágar, empiezan los problemas. Hace frío, llueve y mi contacto en las Islas Feroe no ha aparecido. Estoy sin bici, sin alforjas y sin nada de material…
Busco un medio de transporte alternativo y me voy al hostel de la capital, Tórshavn en la isla de Streymoy. Al día siguiente doy con mi contacto por teléfono, él no sabe inglés, yo no se feroés. Gracias a un portátil y a San Google, quedamos, nos vemos y arreglamos todo. Varias horas después comienzo mi periplo.
La primera etapa es corta, nunca había andado antes con alforjas y es mi primer viaje en bici, hoy no llueve, pero hace frío. El termómetro marca 4 grados. Voy muy ligero de equipaje, el recorrido no es circular, por lo que no tengo un campo base en dónde dejar cosas, todo lo que he traído de casa lo tengo que llevar encima. Porto en total unos 16 kilos.
Al atardecer termina mi primera etapa y me encuentro alojado en una casa particular en la playa, el inmueble está vacío, y es entero para mí. Esto va mejorando…
Los siguientes días transcurren por los pueblos más bonitos, por los sitios más idílicos y paradisiacos, pero no encuentro a nadie. Todo el día solo, no encuentro comida, supermercados ni nada de nada. No se dónde está la gente.
Durante todo el viaje veo solo a 9 turistas y a ninguna persona en bici. Son pueblos tan perfectos que parecen de mentira. Vestmanna, Saksun, Tjonuvik,Funningur, Gjógv, Eiði…
Tomo un barco para ver acantilados y frailecillos, ave típica de las islas, hago un trekking y subo al monte más alto de las Islas Feroe, el pico Slættaratindur, a 882 metros sobre el nivel del mar. Aquí remato ya mis problemas con una pierna.
Me doy de cuenta que he cometido algunos errores de cálculo con la planificación de las etapas, y algunas tienen más kilómetros de lo esperado, bastantes más… El tercer día tengo una pájara en el kilómetro 117 y me como todas las barritas y geles que llevo para poder seguir.
Me quedan otros 27 kilómetros para llegar, y 10 de ellos son como el puerto de Urkiola. Solo llevo 3 días andando en bici y ya me he quedado sin comida, he tenido una pájara y la pierna me duele mucho. Durante 2 días, no como nada.
El agua la saco de torrentes y cascadas, pero tengo que tener mucho cuidado, la isla está llena de corderos y ovejas y el agua puede no ser buena en todos los sitios, tengo que buscar bien. No es un buen lugar para andar en bici, hay pocas carreteras, no son circulares, y algunos cruces y carreteras se repiten demasiado. Empiezo a rayarme un poco.
Los fuertes dolores en la pierna, el miedo a que se me rompa de nuevo el gemelo, y mi nula capacidad como mecánico de bicis en caso de tener problemas hace que mi cabeza trabaje demasiado pensando cosas negativas gastando toda mi energía y no disfrutando del bello lugar que estoy recorriendo. Empiezo a agobiarme un poco.
Lo que se planteó desde casa como un viaje fácil, cómodo y de placer, se me empieza a hacer un poco cuesta arriba. No me encuentro fuerte ni físicamente ni mentalmente. Como me dijo un aventurero amigo mío, «cuando viajas solo, las alegrías saben la mitad, y las tristezas saben el doble», y cuánta razón tenía.
Desde que somos niños nos deberían enseñar a estar solos, a gestionar la soledad, las emociones, el miedo, las angustias, los problemas… Somos animal social, la soledad no es buena, pero tarde o temprano la vida te pondrá frente a ella, y nadie nos ha enseñado cómo convivir con ella. Aprender a conocerte, a saber realmente cómo eres y cómo te comportas ante las vicisitudes de la vida… La mayoría de la gente no se conoce realmente, cuáles son sus ocultas miserias, sus miedos, sus virtudes, sus defectos…
Los superhéroes solo existen en las películas; el resto tenemos todos mucho miedo a lo desconocido y a salir de nuestra zona de confort, pero hay que enfrentarse a tus temores para poder salir fortalecido. Durante el viaje, duermo en algún hostel y, sobre todo, en casas particulares. Cuando encuentro algún supermercado compro algo de comida. Runavik, Leirvik, Klaksvik, Kunoy, Húsar…
He llegado al punto más lejano del viaje, y empiezo poco a poco a volver hacía el aeropuerto. Es un rollo, me llevará varios días, y repetiré todos los cruces, túneles y carreteras que ya hice a la ida. No hay otras opciones.
Entre islas, existen túneles subterráneos que van por debajo del mar, cruzarlos, es muy peligroso y da mucho miedo, pero no hay otra forma de hacerlo. Oyrarbakki, Kvivik, Kirkjubour, Mykines, Sørvágur…
Mi última noche es en Sørvágur, un bonito pueblo. Hay gente, hay vida. Mis preocupaciones han terminado y disfruto un montón. Madrugo mucho para ir al aeropuerto, voy en bici, es de noche, voy con frontal, y como tenía pactado con mi contacto en las islas, dejo la bici candada a una farola en el aeropuerto. Entro por la única puerta de entrada, paso por la única puerta de embarque, tomo el único avión que hay, y cuando despejan la pista de patos y ovejas, despego rumbo a casa.
He aprendido mucho de este viaje, creo que me conozco mucho mejor que cuando salí de casa. A final han sido 9 días, he hehco unos bonitos trekkings, subido un par de montes y realizado unos 500 kilómetros en bici. Este viaje se me ha hecho largo y duro.
* Alberto Rueda (Durango, 1973) es Técnico de Márketing y gestor comercial