OLENTZERO | Un ser mágico infantil del consumismo adulto
Mugalari
Ni Santa Claus ni Papá Noel, los niños y niñas de Euskal Herria se acostarán esta noche pensando en los regalos que les traerá un mágico Olentzero u Olentzaro -esta segunda acepción según versión de Bittor Kapanaga, el sabio de Otxandio, y otros autores- venido de las montañas a modo de tradición arraigada de forma más amplia desde los años 90.
La tradición ha transformado a un ser mágico infantil en otro de consumismo adulto. En Japón, incluso, se ha llegado a escribir sobre él, gracias al libro de Hisao Ishii, profesor univesitario de Tokio que ha visitado en diferentes ocasiones Durango -entrevista anexa en próxima noticia de Mugalari-.
En el origen, Olentzero fue el carbonero que anunciaba el solsticio de invierno y el fin de un ciclo, o el nacimiento de Jesús -el dios cristiano hecho hombre-, según los tiempos. A día de hoy no deja de ser un elemento más de la sociedad de consumo, aunque con rasgos identitarios propios. «Olentzero es un personaje de cuento, un muñeco que se pone al lado de la chimenea y cuyos rasgos característicos son los de un tipo con barbas, bonachón y gordinflón», según declaraciones de Emilio Xabier Dueñas, presidente de la Sección de folklore de la Sociedad de Estudios vascos- Eusko Ikaskuntza.
Sus orígenes se sitúan en los pueblos fronterizos entre Gipuzkoa y Nafarroa -algunos autores lo ubican en Lesaka-, donde aún se mantiene la tradición de sacar a modo de muñeco de Olentzero, sentado sobre unas andas y recorriendo las casas y en algunos casos pedir dinero.
De cómo aquel personaje del cuento, del que se sabe por las canciones en euskera que bebía vino, fumaba en pipa, y gustaba de comer abundantemente, se transformó en el San Nicolás vasco, no hay referencias de un momento puntual ni desde luego fecha concreta. Aunque hoy pareciera que Olentzero siempre estuvo entre los vascos lo cierto es que el paso a la modernidad que supone el colarse por balcones y chimeneas para dejar los regalos se produjo en fechas recientes.
«Pudo ser a finales de los años 80, principios de los 90, cuando posiblemente desde las escuelas, la televisión, algún comercio y las instituciones se propuso a Olentzero, y como no había un personaje con características identitarias propias simbolizando la Navidad y encargado de traer los regalos a la niñas y niños, el icono triunfó en el Euskal Herria», explica el experto de la Sociedad de Estudios vascos.
En los días anteriores a la Nochebuena, coincidiendo con el fin de las clases en los colegios, es costumbre que los escolares ataviados con trajes típicos recorran las calles de sus pueblos y ciudades cantando la canción del Olentzero, aquella en la que se le llama «cabezón» y, «sabio» o «sin entendimiento», según los lugares, y en la que siempre lleva una cesta repleta de huevos y capones para una estupenda cena.
También es ya tradición, aunque sea una costumbre que según algunos investigadores no va más allá de 15 o 20 años, realizar kalejiras la tarde de Nochebuena, organizadas por los ayuntamientos, y en las que un personaje real, con barba y barriga prominente, entrega algunos obsequios a los más pequeños. «Pero en el fondo, Olentzero, como en su momento ocurrió con Santa Claus, Papá Noel o los Reyes Magos no son más que inventos que van variando a lo largo de la historia y que, fruto de la sociedad de consumo, se convierten en el personaje que trae los regalos», mantiene Dueñas.
El tirón de Olentzero en Euskadi es mayoritario, pero aquí también se mantienen las cabalgatas de los Reyes Magos, costumbre española. «Es la sociedad de consumo. Hemos pasado de la nada al todo en demasiado poco tiempo», añade el experto de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza.
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