MUGALARITERATURA | Iban Gorriti | ‘Te ehtoy amando locamenti, Zaramatimes’
Iban Gorriti
Tributo a ‘Zaramatimes’, la banda Ave Fénix de Itaca
Roberto Moso, esta es para vos, ¡maestro!
Cualquier parecido con la realidad es pura realidad
Llegó con ritmo asonante en el cuarto estribillo de la tarde. Ella, fans -con ‘s’ de singular- del grupo Zaramatimes que tornea cualidades de una Julieta Venegas de Iturribide y una Lolita, ustedes disculpen…, me refería a la cantante. A lo que iba, continúo: una Lolita Flores de un Neguri venida a menos. Sonaba en ese momento de pavoneo una poco histórica versión de Escort-Luto, grupo resucitado de Las Cortes del rey Arturo, antitodo pero querido por promuchos.
A ella le sentó como un buen antídoto a su llegada de magreo con el personal. Ellos se reían y se dejaban; ellas, le miraban mal, alguna con novio, como dice el amigo Mario, “tiñosa de envidia por sus inseguridades”.
La seguidora de la banda de rock and rock se pavoneaba llamando la atención del cantante, un locutor de ondas hercianas con mente de frecuencia modulada de día laborable y corazón sabrosón de siete días por semana. Como aquel presunto mafioso Fran, su voz ha de tomarse por recomendación médica. Me lo dijo uno que sabe, que gana por goleada en comentarios de garito de ‘Hay caldo’ mientras amplifican un entrañable Athletic-Espanyol.
Se quedó con todos. Su presencia también le llegó como esencia curiosa al gacetillero que entraba en calor con una “canción original de su conjunto”, que acertó el sabio deportivo de tiempos de Julio Abraira. “¡Pablo! Pablo Abraira”, me corrige a modo gavilán entre tanta paloma.
La pichona mensajera del extrarradio sigue su rollo. A modo de baronesa, su rollo, como el de mi colega Gis, es el rock. De su bolso forrado de color Albal saca su pintalabios. ¡Lástima, no es rojo! Es un marrón de bazar asiático, pero se derrite ante sus labios y los del cantante que se arrodilla a su paso.
En la balada del repertorio se viene abajo. Será el mensaje que habla de emociones “bajo la lluvia”. Continúa sinuosa de un lado al otro. Se apoya en la mesa de sonido. Se come con cara de desprecio un padrastro. Se evapora entre los que ya le han olvidado. ¡La fama es tan efímera! Ellas tampoco se preocupan cantando ‘Te ehtoy amando locamenti…’ con el teléfono móvil encendido a modo de antiguos mecheros…
Acaba la canción de la lluvia y los corazones licuan sobre el fuego de la campa de Kobeta. La lozanía retorna con el arranque punk de uno de los himnos del grupo que entra en su recta final. La Lolita vuelve al magreo, casi al tocamiento hedonista. Las sonrisas se mofan de ella. Ella se ríe de ellos levantando la barbilla. Alguno, incluso, se mosquea. Y, como sorpresa para todos, la fan saca la lengua a escondidas y se va. Han llegado sus amigas. Ninguna tiene trago. No se acercan a la barra. Hablan sobre los otros escenarios del macroconcierto de Bilbao. La Julieta se ha perdido al mejor público, al de una banda guiri que los críticos relamen el culo a modo de efecto dominó.
Las cuatro se ríen, celebran su fiesta con golpe de culo mientras los Zaramatimes acaban entre aplausos su exitoso concierto. La Loli ni se acuerda del cantante… Y el público le señala al paso, y ella mira hacia sus zapatos. Caminan felices tarareando aún la última canción. Ella abre su bolso y lo enseña a sus amigas: Son doce móviles, siete carteras y un pintalabios: ¡mierda!, es marrón.
*Iban Gorriti (Durango, 1970) es periodista
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