MUGALARITERATURA | Garazi Antolín Araiko | La niña que quería atrapar una nube
Garazi Antolin Araiko
Érase una vez una niña que quería atrapar una nube, una mañana subió a una montaña con un bote de cristal. Era monte Serantes y había amanecido nublado.
A la niña le gustaban mucho las nubes. Eran su pasión. De pequeña subió a un avión
y siempre quiso salir fuera para poder tocar una nube.
Así que lo intentó pero no pudo porque se le escapaba todo el rato. Ella lo volvió a intentar una y otra vez… Pero no obtuvo recompensa.
Ese día se fue a su casa muy desilusionada y por la noche la cabeza no paraba de darle vueltas: ¿Cómo podría hacer para atrapar su nube?, a la que por cierto, ya le había puesto un nombre: Sua.
Se le ocurrió subir a un árbol muy alto y atar el bote a la rama más fuerte y esperar a que ella sola entrase. ¡Sí, eso haré! Joane casi no pudo dormir esa noche de la emoción.
A la mañana siguiente antes de que saliese el sol, la niña ya se había preparado para ir a atrapar su ansiada nube.
Localizó un buen árbol y trepó por él. Ató el bote y espero a que llegasen las nubes.
Pero tampoco obtuvo recompensa. Lo intentó una y otra vez. Pasó meses y meses intentando atrapar una de una vez por todas…
Mientras, Joane se entretenía recogiendo flores, buscando frutos secos, setas y todo lo que podía encontrar en el bosque. Un día, sin quererlo, se encontró un nido en el suelo, se acercó extrañada e instintivamente se lo llevó a su pecho. Lo acobijó en su casa. No podía dejar a los huevos ahí. Le daba pena dejarlos tirados y los puso junto a una bombilla toda la noche.
Esa misma mañana unos trinos la despertaron. Milagrosamente tres de los cinco huevos habían sobrevivido a la caída y ahora tenía que ayudar a esos polluelos a salir adelante.
Los días pasaban muy rápidamente y esos pajarillos resultaron ser crías de pájaros carpinteros que poco a poco aprendieron a volar.
Eran preciosos, muy coloridos y también un poco ruidosos.
Ellos iban y venían y daban muchísima alegría. Acompañan a la niña a su árbol y esperaban juntos a que alguna nube, algún día, entrase a su bote.
El sol empezaba a desaparecer pero los pájaros seguían a lo suyo pica que te pica.
¿Qué estarían haciendo ahí todo el día en lo alto de ese tronco?, se preguntaba.
La niña estaba muy cansada y se quedó dormida, los pájaros la taparon y se acostaron junto a ella. Esa noche Joane durmió fuera. La mañana siguiente amaneció con una bruma muy densa y algo de viento. Los pájaros avisaron a la niña de que mientras se desperezaba no sabía bien qué ocurría. Miró hacia arriba y una nube se había metido dentro del bote. ¡No lo podía creer! «¡Bien! Lo he conseguido, lo he conseguido», gritaba y bailaba festejando su gran hazaña. La niña subió lo más rápido que pudo y cerró el bote.
Corrió con ello a su casa. Entró en su habitación y lo dejó en su estantería preferida.
No podía dejar de mirar hacia el bote. Ese día, la niña estaba especialmente contenta porque no se rindió. Ella sabía que no era imposible y que si algo deseas con todo tu corazón tarde o temprano lo conseguirás.
Seguía sin poder de dejar de mirar hacia el bote y maravillarse de que una nube pudiera estar ahí dentro, pero muy pronto le surgieron algunas dudas que ella sola no podía responder.
La niña preguntó a su madre ¿Cuánto tiempo podría estar dentro de un bote una nube como esa? La madre tampoco supo muy bien qué responder, pero aun así le dijo que tendría que saber lo que puede llegar a crecer una nube, nunca se me hubiera ocurrido meter una nube en un bote, pero creía que si la nube crecía mucho se podría ir cambiando el tamaño del bote hasta que quizás llegaría un día que tendrían que soltarla.
Eso entristeció mucho a Joane, así que decidió construir una jaula para la nube. Su madre al ver todo lo que hizo le dijo:
– «Joane, vete a la cama, ya sigo yo. Y su madre lo terminó».
La niña se fue a la cama agotada y en un segundo se durmió. Soñó que la nube tenía otras amigas nubes.
De ese modo, pensó que la nube se sentía muy, muy sola así que decidió traerle a ella a sus amigas las nubes. Joane puso dos botes y espero días y días y días.
Una mañana, muy fría sin casi darse cuenta, se metieron dos nubes a la vez. Joane corrió hasta la cima del árbol y se las llevá a su casa con su nube Sua.
Joane tambien les puso nombres a las otras nubes.
– «Tú serás Clara. Y tú, serás Estrella».
Joane se pasó jugando todo el día con las nubes, menos con Sua, que ya la tenía olvidada. Sua se puso muy triste y empezó a llover mucho.
Joane se puso muy contenta porque de todo lo que llovió
se convirtió en un gran charco.
Joane le dio las gracias a Sua por que asi ya se podían bañar a los pollitos de pájaro carpintero y Sua paró de llorar porque sin quererlo había hecho una cosa buena.
Los pollitos se pasaron toda la tarde jugando en el agua.
Hasta que Joane dijo que tenían que volver a casa, los pollitos al entrar a casa no paraban de temblar y Joane se empezó a preocupar un poco, aviso a su madre,
Ella la tranquilizó y les llevaron al veterinario.
El veterinario dijo que no era nada grave solo era que habían cogido un pequeño resfriado.
Joane se alivió un poco y le preguntó al veterinario: «¿Qué puedo hacer para que se curen?»
El veterinario contestó: «Solo los tienes que dejar un día en casa para que descansen mucho y darles estas vitaminas para crezcan fuertes y ya verás cómo muy pronto los tienes otra vez revoloteando sobre los árboles.
Y eso es lo que hizo. Los pollitos se recuperaron muy rápidamente.
En unos meses se hicieron mayores y Joane los soltó en el bosque. La niña se quedó con las nubes y con su madre y fueron muy felices con el recuerdo de que todos jugaron con todos y todos se querían mucho.
Y como todos dicen: colorín, colorado este cuentose ha acabado. Fin.
* Garazi Antolín Araiko (Santurtzi, 2004)