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VIAJAR CON… | JORDI SARRATE | Tailandia, el país de las sonrisas

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Jordi Sarrate

Todavía recuerdo aquel verano del 2008. Mi destino vacacional era la lejana y exótica Tailandia. Mi aventura comenzaba a mediados de julio y durante más de un mes iba a desconectar absolutamente de todo. Después de todos los preparativos, como el tema de las vacunas, pasaporte, y demás burocracias… siguiendo los consejos de un par de amigos hice la maleta. ¡Nunca he tardado tan poco en hacerla! Simplemente una mochila con lo justo porque Tailandia es el paraíso para las compras. Eso sí, todo copias. Así que no tuve ni que facturar.

Y para allí que me fui. Mi vuelo hacía escala en Qatar. Catorce horas de larga espera en las que me dio tiempo a pensar de todo. ¿Dónde me iba yo solo durante quince días hasta que llegaran mis amigos el próximo 1 de agosto?

He viajado mucho, pero por suerte siempre acompañado de algún amigo. Después de los eternos vuelos: 14 horas de Loiu a Qatar; otras 14 de espera al siguiente avión, y otras 12 de Qatar a Bangkok, llegué a Tailandia.

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Bangkok.

Pasé los controles policiales pertinentes y tomé un taxi que me llevó a la ciudad. Nada más salir del aeropuerto, me encontré con el cartel gigante que te da la bienvenida: ‘Bienvenido al país de las sonrisas’.

Me dirigí a Khao San Road. Es la calle de los mochileros. Una vía llena de hoteles, bares, restaurantes, agencias de viaje y puestos de ropa. Imposible no encontrar un hotel económico allí. Dos días estuve en Bangkok: ¡Qué capital!  Una ciudad cosmopolita y llena de contrastes con 8 millones de habitantes. Desde ver rascacielos impresionantes a andar por mercados con unos olores bastante desagradables.

Es una experiencia genuina, además, Bangkok tiene varios puntos de obligada visita como el Palacio Real, el templo del Buda reclinado (‘Wat Pho’) o un paseo en barco por los canales de la ciudad. Pero lo mejor, sin duda, es callejear, encontrarte con cualquier mercado y comer su famoso ‘pad thai’ (plato salteado en wok de fideos con huevos), para mí exquisito.

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Buda reclinado. | TODAS LAS FOTOS DE JORDI SARRATE

Mi siguiente destino era Chiang Mai, al norte del país. El viaje en autobús fue de diez horas. Allí esperaba encontrarme con un amigo, ‘Mallas’, que estaba viajando varios meses por el sudeste asiático. Le escribí un email diciéndole a ver por qué destino andaba. No tuve respuesta en cuatro días. Así que esos días estuve disfrutando de las actividades que te ofrece Chiang Mai: rafting, treking, paseo en elefante, baños en cascadas en mitad de la selva o alquilarte una moto y perderte por las colinas de los alrededores viendo templos como Doi Sutep o un pueblecito con plantaciones de opio, toda una aventura.

| AGOTADOR HABLAR SOLO EN INGLÉS | Los días pasaban y no hablaba con nadie en castellano. Era agotador tener que hablar todo el día en inglés: desde el desayuno hasta la cena. Decidí bajar en tren a Sukhothai. Cinco horas. Fui a ver unos templos que me habían recomendado unos chicos en una excursión. Todavía me quedaban unos días hasta que llegaran mis amigos. Después de que alquilar una habitación fui en ‘tuk tuk’ -motocicleta de tres ruedas con conductor- hasta el recinto donde estaban los templos. Allí alquilé una bicicleta y comencé mi recorrido.

Después de ver el primero, proseguí mi ruta al siguiente siguiendo las indicaciones marcadas en el camino. A lo lejos, vislumbro una persona que viene hacia mí con su bici correspondiente. Yo pienso: «¿Dónde va este en sentido contrario?» ¡Cuál es mi sorpresa al acercarme a él! ¡Es mi amigo ‘Mallas’! Os podéis imaginar el subidón de adrenalina que me dio. Él había estado en un trekking de cinco días y por eso no pudo contestarme al email que le había mandado. Por fin, hablaba con alguien en mi idioma.

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Con el durangués ‘Mallas’.

Después de ver los templos de Sukhothai, nos fuimos juntos cuatro días a Kanchanabury, ciudad al oeste de Bangkok, famosa por su puente sobre el río Kwai. Esta localidad tiene cuatro cementerios y está el también famoso desfiladero de La Muerte de la Segunda Guerra Mundial. Además, hay otras atracciones maravillosas de la naturaleza como las cascadas de Erawan. Son siete caídas de agua cristalina.

Ya llegaba por fin el día de recoger al resto del equipo en Bangkok y dirigirnos a las islas. ¡Ya tenía ganas de playita!

Después de diez horas en autobús y dos de ferry llegamos a Koh Tao. Allí, nos esperaba otro amigo de la cuadrilla, Mendiola, que era instructor de buceo en aquel enclave. Con él sacamos el título de buceo Open Water, disfrutando de unas inmersiones maravillosas en unas aguas espectaculares. No he tenido nunca mejor profesor que él. Koh Tao es famosa por ser el centro de buceo. Todo se centra en ello. Tiene unas playas y calas impresionantes.

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Con el instructor de buceso ‘Mendiola’ de Durango, agachado, y otros amigos junto a los también durangueses Josema y Edurne.

No dudamos en ir a la fiesta de la Luna Llena (Full moon party) en la isla vecina de Koh Pangan. Todos los meses, cuando es luna llena se celebra una fiesta multitudinaria en la isla, llena de guiris, claro. Una barbaridad de personas bailando en la playa. Es una locura.

| SALVAJE FIESTA | Después de recuperarnos de la salvaje fiesta, fuimos a la isla vecina de Koh Samui. Es la más grande de las tres. En ella estuvimos tres días disfrutando de sus extensas playas. Es ideal para andar con tu moto de alquiler porque oferta un sinfín de actividades para hacer: desde ver el Buda de oro gigante a subir a lo alto de la isla y disfrutar de sus magníficas vistas.

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En Koh Samui.

 

| «¡QUÉ FÁCIL ES VIAJAR EN TAILANDIA» | Me quedaba para regresar a casa una semana. Decidimos irnos a la zona de Krabi, al suroeste. ¡Qué fácil es viajar en este país! Tras cinco horas de autobús, llegamos a una playa donde tenías que tomar un barquito para llegar al destino, Railai. Es una península a la que solo se puede llegar por mar. Es paraíso de escaladores por sus vertiginosas paredes sobre mar cristalino. Aquí, el visitante encontrará desde los hoteles más lujosos a bungalows económicos, dependiendo en la zona en la que estés. ¡Es el paraíso! Fueron, sin duda, tres días de relax absoluto, como mucho arrastrarse hasta el agua que, por cierto, no baja de 28º.

No podían faltar hacer la excursión a la isla de Koh Phi Phi. Es famosa por la película ‘La playa’ protagonizada por Leonardo Dicaprio. Es espectacular, la verdad, pero lo sería aún más sin tanta masificación de turistas.

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‘La playa’ de Leo Dicaprio.

Lo que más me llamó la atención fue la cantidad de carteles de evacuación por posibles alertas de tsunamis. Después del famoso maremoto del año 2004.

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Cartel de avisos de posibles tsunamis.

De Railai nos dirigimos a nuestro último destino. Se acababan las vacaciones y eso no me gustaba. Antes del fin del viaje visitamos la famosa y turística isla de Phuket. Sin duda, el enclave playero más famoso de Tailandia, por sus largos arenales blancos. Nos alojamos en Karon Beach, a unos 10 kiómetros de Patong Beach, muy conocida por sus resorts y por ser el centro de la night-life (vida nocturna de la isla).

Te puedes encontrar cientos de bares, discotecas y locales de gogós intentando cazar al típico turista despistado. No es extraño ver la multitud de parejas formadas por turistas occidentales acompañados por tailandesas o de algún lady boy.

Tras cuatro días en Phuket, nuestro viaje tocaba a su fin. Volvimos en avión en vuelo interno (Air Asia) durante una hora a Bangkok. En la capital hice todas mis compras. Y a la vuelta sí que tuve que facturar mi maleta porque la verdad es que compré de todo.

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San Road en Bangkok.

Fue un viaje que me marcó hasta el punto de convertirme en un asiduo del sureste asiático y de Tailandia, ‘país de las sonrisas’. He visitado Camboya, Vietnam y este último año Filipinas, pero esa ya es otra historia.

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