EL GUDARI MORENO CUMPLE 96 AÑOS | «Mi mujer tuvo que hacerse el vestido de la boda con mantas de la cárcel de Saturraran»
Iban Gorriti
| Mugalari felicita al soldado del Batallón San Andrés de Portugalete
| El nacido en Deusto cumple 96 otoños con su alegría inseparable y lucha antifascista diaria
| Lamenta las pérdidas de amigos gudaris como el durangués Paco Barreña, Otsoa de Txintxetru, Anton Aurre o Félix Padín
«Pero, ¡qué hostias! ¿Vas a venir ya a Portugalete o estás esperando a que me muera?». Ese hombre y con ese talante de serie es José Moreno Torres. Sin filtros. El gudari fusilero que luchó y que continúa a sus ayer cumplidos 96 otoños haciéndolo con la palabra impresa en los medios de comunicación. Gudari y figura.
Estrenó años, pero adolescentes insurgentes, risueños, optimistas, de rodillas que piden pasar por la ITV: «¡Estas cuestas de Portu!», se ríe con ganas. «Hoy cumplo un año más, qué pena, ¡coño! Lo celebramos ayer -por el domingo- con mis nietos en el txoko del Elai Alai. ¡Menuda paella me trajeron! Esta vez no cociné yo», narra con su inseparable alegría.
Y es que Moreno es alegría infinita que desborda en un cuerpo txikito, alma de héroes de sus películas del oeste… es memoria viva, compartible, que emana gracias tras una vida en la Guerra Civil que se le ha quedado marcada, que no olvida y contra la que sigue luchando como zapador y fusilero desde las oficinas del grupo de danzas jarrillero Elai Alai. Él no baila el agua a los que heredan el terror franquista.
Sí, Moreno Torres tiene razón, aquello fue terrorismo de Estado, del que nostálgicos rancios de aquellos golpistas españoles y otros fascistas internacionales siguen enalteciéndolo a diario, impunes.
Los ya -por desgracia- últimos milicianos y gudaris del Gobierno de Euskadi evocan sus evocaciones al dedillo. Manifiestan sus testimonios palabra por palabra, mecanismo de defensa aprendido. Hasta sonríen la desgracia como si hablara una tercera persona. Sin embargo, cuando se le pregunta por el futuro debe improvisar la ofensiva: «Yo no tengo miedo a la muerte, si se van hasta los jóvenes… Cuando Dios quiera estaré de más. Yo, mis cosas las digo y he dicho en las cartas. Lo que sufrí por los franquistas no lo olvidaré», confiesa.
«Este gudari del 36», como suele firmar en sus misivas, nació en Zorrotzaurre, cuando era enclave de Deusto en 1918. «Soy tomatero», exclama orgulloso. Hijo de riojano y de cántabra, él se sintió nacionalista vasco, como los de su cuadrilla, y tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 no dudó en luchar por la República. Se alistó voluntario en el Soli, en SOV/STV. Pero, detengamos las máquinas de a bordo: para entonces José ya había conocido otro fascismo, el italiano de Mussolini. Con tan solo 14 años, este benjamín de cuatro hermanos soltó amarras como marinero hacia Inglaterra, Argel, Italia, Abisinia…
«Mussolini no permitía que diéramos de comer a los que se morían de hambre por las calles. La comida que sobraba te la obligaban a arrojar al mar», lamenta su sensible corazón guerrero.
De allí fue a Barcelona, donde vivía una hermana, y volvió a Bizkaia hasta que estando de romería se conoció el golpe de estado contra la democracia tricolor. Ya enfilado en el Batallón de ingenieros San Andrés de STV, primero fue destinado a construir el campo de aviación de Sondika, más adelante a zapadores y acabaría pasando a fusileros tras bajas en la batalla. «Una chavala me preguntó en una ocasión si maté a alguien. No lo sé. Ellos también lo hacían. ¡Lo que sí sé es que nunca he dado un tiro en la nuca!», se pone serio por primera vez.
Su periplo de sufrimiento fue interminable durante años fuera de casa: Zeanuri, Erandio -donde estaba afiliado al PNV-, Zalla, Balmaseda, batalla de Villarreal, Orozko… Santoña. «Acatamos la orden de ir a Santoña, tomada por los italianos y españoles con camisa azul con el yugo y flechas que nos decían que íbamos a ir a la casa de Dios. Entregamos las armas y nos dijeron que barcos ingleses nos evacuarían. Pero no llegó ninguno. Nos traicionaron los italianos y los franquistas se hicieron con nosotros», teoriza Moreno.
A un cuñado de este gudari, teniente del Estado Mayor, el socialista Juan López, le dispersaron a El Puerto de Santa María (Cádiz) junto a su padre. El primero «murió allí y ni nos avisaron, hemos podido saber que ocurrió gracias a Paco Etxebarria, forense de Aranzadi», agradece.
A él y otros gudaris les llevaron «como ganado» a San Juan de Mozarrífar (Zaragoza). Allí les hicieron esclavos de Franco, lo que se mal-conoce como batallón de trabajadores. Él estuvo en el número 25 destinado a Jaulín (Zaragoza) a hacer carreteras. Allí, un documento que atesora explica que fue represaliado por proferir la siguiente frase: «La madre que los parió, todos se han vuelto fascistas». Le mandaron ir a dar explicaciones «sin manta ni petate». Entonces, «pensé que me mataban». Siguió su sufrimiento por Zaragoza, San Gregorio, Huesca y a Bilbao (cárcel de Larrinaga) porque «mi causa estaba allí». También pisó las prisiones de la villa habilitadas en Tabacalera y Escolapios. Y le volvieron a dispersar a Balmaseda y Huesca. «Los franquistas llegaron a obligarnos a defecar y comer en el mismo plato», exclama.
Y acabó la guerra, pero le tocó ir a hacer la mili a Mallorca, a Andratx. Salió de casa con 17 años y volvió con 24. A su regreso quiso volver a la mar pero su pasado como «rojo separatista, que ni sabía lo que era, no me lo permitió a pesar de tener un salvoconducto de buena conducta», subraya.
Fue así que logró entrar en Astilleros Españoles, donde conoció a «una mujer muy guapa», Carmen Gutiérrez, con la que acabaría contrayendo nupcias y dando a Euskadi dos hijos. «Yo tenía 24 años y ella 20», se emociona porque fue una esposa «buenísima, bellísima persona». Con su primer hijo pasaron miserias durante el totalitario franquismo: «No teníamos para comprarle comida. Mi mujer solo daba agua en vez de leche… Nos ayudó mi suegra, a la que una hija se le murió presa en la cárcel franquista de Saturraran». Se casaron en Sestao. «El cura no nos cobró la boda. Nos dijo: Pero si no tenéis para comer. El colmo de lo negro fue que su mujer se hizo el vestido de la boda con una de las mantas de la cárcel de Saturraran. Carmen falleció a los 74 años cuando iban a celebrar las bodas de oro. «¡La pena fue inmensa!», se emociona de nuevo este afiliado del PNV que abandonó esta fuerza política para pasar a EA. «Pero no me quedé contento cuando EA no quiso hacer coalición con el PNV y me salí volviendo a apoyar al PNV». Hace alrededor de dos años volvió a afiliarse a este partido. «Somos muchos lo que hemos vuelto», valora.
Moreno Torres fue sindicalista de STV(A). «Nos llamaban los amarillos», admite, tema del que no le gusta mucho hablar. «No me gustaba que algunos en ELA cantaran La Internacional en tiempos de problemas en La Naval», valora quien acabaría haciendo una labor solidaria… «Me ocupé de ayudar a los compañeros jubilados de STV(A), incrementando así nuestra amistad». Él logró que se instalara La Huella en Artxanda, monumento antifranquista. «Yo solo seguí con el trabajo que impulsaron Otsoa de Txintxetru y el recién difunto Antón Aurre. También lamento la muerte de mi amigo Félix Padín, anarquista, y la de Paco Barreña de Durango, un gran hombre. En un tiempo, íbamos juntos a todos los homenajes. Por ellos pido al lehendakari Urkullu -concluye- que no olviden a aquellos que hemos dado la vida por Euskadi».