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‘¡SALVAD A LOS NIÑOS!’ | Gregorio Arrien firma la obra más completa sobre la historia del exilio vasco en Gran Bretaña

I. Gorriti

La obra más completa sobre la historia del exilio vasco en Gran Bretaña, de 1937 a 1940, está pasando desapercibida. ¡Salvad a los niños! es el título del extenso volumen, manufactura de Gregorio Arrien (Kortezubi, 1936 y residente en la comunidad pasionista de Euba) y mecenazgo de Sabino Arana Fundazioa, en el almanaque de su 25 aniversario. El libro confirma cómo el equipo del lehendakari Agirre consiguió duplicar el número inicial de envío de niñas y niños vascos al Reino Unido. El Gobierno anfitrión, con el nunca suficientemente reconocido y agradecido empeño de la parlamentaria Elizabeth Leah Manning (1886-1977), calculó en primera instancia la recepción de 2.000 menores.

Gregorio Arrien by IBan Gorriti 1Memoria

Gregorio Arrien posa con su libro en la casa Orue de los pasionistas de Amorebieta-Etxano. | PHOTO | I. Gorriti

Sin embargo, la delegación local logró dar partida a 3.681 niños y niñas, lista que también publica el trabajo de investigación de Arrien. «Alrededor de doscientos inscritos no llegó a embarcar», matiza el autor vizcaino, doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Va más allá y dice que «el Gobierno inglés no aceptó en un principio a los 4.000, pero Agirre lo consiguió porque su fin era liberar el territorio de personas no combatientes».

Un total de 832 páginas dan la bienvenida metafórica al lector a aquel barco Habana que trató de poner mar pacífica de por medio a la Guerra Civil, batalla que tras tantas muertes ya acogotaba a Bilbao. Treinta días después, la barbarie fascista ocupó la villa capitalina vizcaina.

Ya a bordo, emprendieron la salida de su guerra, la partida al nuevo periplo vital que les tocaba protagonizar. Con esa incertidumbre, ¡Salvad a los niños! narra la guerra en Hegoalde, la evacuación y la vida en los distintos campos e internados, pero también relata la historia y vidas cruzadas de sus 120 acompañantes auxiliares, 95 maestras, 15 sacerdotes, cinco enfermeras y los médicos Jesús Iraragorri, de Elorrio, y el getxotarra Severino Achúcarro, alumno de Miguel de Unamuno.

«Achúcarro acabó volviendo, pasándose a las filas de Franco», aporta Arrien. Del Departamento de Sanidad de Euzkadi también abandonaron su puesto para incorporarse, según el libro, «al campo faccioso en 1937», José María Urruticoechea, Luis de Larrinaga, Luis de Goiri, Estanislao Irazabal y Julia Abin. Lo mismo ocurriría por ejemplo con el obispo Laucirica, de Iurreta.

El volumen es un compendio de ingente información oficial y testimonios de primera mano. Por desgracia, algunas personas, como Bene González o Rafael Barrutia, han muerto, en estos años de producción del libro. Arrien valora que de este ensayo «pueden surgir 30 proyectos. Hay material al respecto». El texto suelta amarras con la guerra en Euskadi y el éxodo, contextualiza la ofensiva contra Bizkaia y la intensificación de las evacuaciones. Narra, además, la organización del exilio, con las instituciones británicas de acogida y ayuda.

Otros capítulos desarrollados por Arrien son los preparativos del viaje, la vida en el campamento de Stoneham y la gradual distribución de los menores, en un principio en centros de acogida. «Agirre no quiso que los niños se dispersaran en familias, sabedor de que pronto se olvidaban de sus progenitores, con el fin de preservar su identidad», enfatiza este religioso de la comunidad pasionista de Amorebieta-Etxano.

| LA CASA DE LEAH MANNING | Por todo ello, proliferaron las colonias -una docena- y casas de acogida, «incluso Leah Manning cedió su casa» para dar cobijo a 25 vascos. El libro abunda en aspectos de la vida cotidiana y cultural con el desarrollo del folclore vasco a pesar de la escasez de materiales. Otro episodio de investigación fue la actuación de las maestras y auxiliares, muchas de las cuales enfermaban de «depresión», según el testimonio de sus epístolas. «El Gobierno vasco prometió pagarles y no recibieron mucho», dice el autor: una libra esterlina al mes.

Los sacerdotes, mientras tanto, vivían, según análisis de Gregorio Arrien, un doble destierro. «De su tierra y de su Iglesia. De Euskadi, por persecución, porque habían matado a quince curas en Gipuzkoa. Y de la Iglesia porque no les reconocían ni la Diócesis de Bilbao ni la de Inglaterra, que les tachaban de procomunistas por posicionarse en el bando republicano», aprecia.

La primera parte de ¡Salvad a los niños! también indaga en figuras de las administración vasca y la disputa por la organización de las colonias y la tutela de los menores. La segunda ahonda en el gradual retorno de los exiliados y la situación de los que no fueron repatriados. Es decir, aspectos como lo que Arrien adjetiva como lento y difícil proceso de repatriación o las dificultades para la vuelta de los adultos: «los incursos en responsabilidades políticas».

La txanpa final informa sobre los niños que no fueron repatriados y las instituciones de apoyo, así como la tendencia proaliada de los refugiados y su situación en la posguerra. El tomo concluye con un capítulo dedicado a la emigración a América. «He escrito sobre la evacuación a Gran Bretaña porque para mí fue la más organizada y, al mismo tiempo, la menos conocida», valora.

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