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Las últimas monjas de Durango se pasan a la incineración de sus religiosas fallecidas

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Sor Olatz y Sor Corazón junto a las tres primeras monjas incineradas en el convento de San Francisco de Durango. | PHOTO |Iban Gorriti

Iban Gorriti

Son las últimas monjas que moran Durango, una villa de notable y plural presencia histórica de religiosas cristianas. A día de hoy viven en comunidad un total de 17 cuando llegaron a ser 75 en el convento de clarisas franciscanas. Pero no se aferran al pasado. Una muestra de ello es que son del siglo XXI, son versión 2.0: desde el año pasado incineran a las hermanas que fallecen en este monasterio. «La conferencia episcopal lo permite y nosotras estamos de acuerdo», explica la abadesa Sor Corazón.

En una reunión se posicionaron a favor, de forma unánime. «Todas firmamos que si moríamos queríamos que nos incinerasen. Nosotras no estamos ancladas en el pasado», confirman Olatz, Evelia y Corazón. Son conscientes, eso sí, de que la decisión puede sorprender a aquella parte de su feligresía más dogmática, a creyentes que aún hoy en día no ven seguir las lecturas sagradas a la hora de incinerar a una persona, en vez de darle tierra o sepultura en un nicho.

La abadesa lo tiene claro: «Es mejor para todo. Más higiénico… todo», sonríe. Olatz asiente: «Una compañera es la que suele sacar los cuerpos al de diez años y se encuentra con cada cosa que es mejor no volver a pasar por ese momento», aporta y va más allá: «Sí es cierto que por ejemplo una monja agustina nos decía que no estaba de acuerdo porque si se incinera a una persona luego cómo iban a unirse el cuerpo y el alma. Eso son interpretaciones que cada uno quiera darle. Somos conscientes de que pueda chocar pero es una decisión tomada de forma unánime en nuestro convento».

De hecho, estiman que ellas son las única que incineran los cuerpos de compañeras fallecidas en su Federación que da cobertura a Euskadi («incluimos Navarra» -apuntan-), Cantabria, Valladolid, Soria, Guadalajara, Burgos y La Rioja. «Al final, esto es como tener en tu convento una reliquia de un santo», comparan.

| SITIO PARA TODAS | En un año, han incinerado a tres clarisas franciscanas fallecidas: Juana María Arrillaga, María Antonia Sagarzazu y María Jesús Ortiz. «El la cripta habilitamos una parte para un columbario y aquí están ellas. Además, ya hay sitio para todas nosotras», señala tranquila la abadesa.

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Sor Olatz dedica unas oraciones a sus compañeras. | PHOTO |Iban Gorriti

La cripta alberga en la actualidad restos de 30 fallecidas. Este espacio funerario estuvo hace años en la cercanía de lo que hoy es calle Larrasoloeta con Zumar. La construcción de este vial obligó a las monjas  a reubicar los enterramientos más cerca de la comunidad. Se estrenó en el año 2000 y, como curiosidad, se mantuvieron las losas del suelo que datan de 1905. Habla la abadesa: «Cuando es el novenario de una de las fallecidas, venimos aquí y mojamos unas hojas de árbol en agua bendita y la espolvoreamos en el recinto mientras leemos unas oraciones que aquí tenemos sobre una mesa a modo de altar».

La misma Sor Corazón llega a una conclusión: «Cuando incineran los cuerpos, quedan los huesos, como cuando son enterrados en tierra y luego con esos huesos hacen el polvillo ese que te entregan. Por lo tanto, al final es lo mismo», argumenta mientras salen de la cripta del monasterio de San Francisco, ubicado en el casco viejo de Durango.

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Sor Olatz y Sor Corazón salen de la cripta del jardín del convento de San Francisco de Durango. | PHOTO | Iban Gorriti

 

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